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06:31 lunes 23 abril, 2018
ColaboradoresEditorial EL UNIVERSAL / La única forma de traer la paz Una coincidencia de todas las democracias avanzadas, de todos los países que han alcanzado garantizar el bienestar básico de sus poblaciones, es el respeto a los derechos humanos. En México, desafortunadamente, tanto a gobernantes como a la población les cuesta trabajo entender que ese principio básico de civilidad es necesario para lograr los otros conceptos a los que sí otorgamos prioridad, como la seguridad y la justicia social. En el debate realizado ayer entre candidatos presidenciales, el tema de los derechos humanos fue uno de los que menos tiempo les ocupó, sin embargo, la forma como atajen los pendientes en este ámbito determinará en gran medida el éxito o fracaso de la gestión de quien gane los comicios del próximo primero de julio. Parte de la razón por la que los niveles de seguridad en México no han podido mejorar desde hace 10 años, es porque la estrategia contra el crimen de la mayoría de los gobiernos federales, estatales y municipales se ha centrado en incrementar la capacidad del uso de fuerza del Estado, sin que ello venga aparejado de las garantías necesarias para que los inocentes no queden atrapados en medio de la refriega desatada. Cuando la gente reclama, cegada por la rabia, que se haya liberado a un detenido por no haber respetado sus derechos humanos, no entiende que es precisamente esa regla —que exige a policías y fiscalías actuar sin brutalidad— la que nos protege a todos ante la posibilidad de ser acusados, sin pruebas, de ser criminales. No solo eso: un proceso penal que respeta los derechos de los acusados, es también una garantía para las víctimas y la ciudadanía, una garantía de que se hará justicia a los verdaderos responsables y no a cualquiera a quien se haya decidido usar como chivo expiatorio. La historia de la “justicia” mexicana está plagada de inocentes metidos a la carcel por gobiernos a los que les urgía complacer a una opinión pública que solo quería culpables, no evidencias. En el Dossier de Seguridad publicado hoy en este diario, los defensores de derechos humanos advierten que el gatopardismo ha imperado en el discurso oficial. Se conforman los funcionarios con decir que se han cambiado las leyes, aunque la aplicación de las mismas haga que la realidad no mejore. Si el próximo presidente o presidenta quiere lograr paz y justicia, la única manera de hacerlo es garantizar el respeto a los derechos humanos. La vía fácil, la de perseguir con un garrote a quien se atraviese, satisface momentáneamente la sed de venganza, pero no conseguirá tranquilidad para todos.
Frentes Políticos I. Un ejercicio democrático. El primer debate presidencial se llevó a cabo puntualmente como estaba previsto y como lo proyectó el Instituto Nacional Electoral, en un escenario de altura: el Palacio de Minería, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Las expectativas de esta primera confrontación rebasaron lo que millones de televidentes vimos y escuchamos de Margarita Zavala, José Antonio Meade, Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador y Jaime Rodríguez, quienes hicieron una breve reseña de sus propuestas en las campañas y de las contradicciones en que algunos han caído. Debe destacarse que las dos horas de duración de la confrontación cumplieron debidamente con lo establecido y, aunque hubo señalamientos entre ellos, no se puede hablar abiertamente de descalificaciones, difamaciones y ofensas. II. País de promesas. Con las promesas de campaña queda implícito que se ha construido durante décadas un México incompleto y deficiente. Cuando un candidato promete “algo” está sepultando a su antecesor, que algo no hizo, pero si el voto lo favorece, ese candidato promete que todo cambiará. Todos lo hacen. También los 34 aspirantes a ocupar las dos vacantes del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, quienes, ¡oh, sorpresa!, se comprometieron a trabajar de manera constante y profesional hasta lograr que México sea un país transparente y con alto nivel de rendición de cuentas. Traducción, los encargados del INAI, hasta ahora, no lo han logrado. Al menos se comprometen a no aceptar ninguna postulación a puestos de elección popular al terminar su periodo como comisionados, que fue un requisito adicional. ¿Tan mal se ha confeccionado esta nación? III. Chispitas. Se ha convocado a no generar violencia alrededor de las elecciones. Los mismos candidatos a la Presidencia han pedido protección en aras de llevar un proceso tranquilo y en paz. Sin embargo, al número de políticos que semanalmente caen abatidos por la delincuencia, hay que agregar los incidentes que no debían ocurrir. En Axochiapan, Morelos, escoltas armados de Ángel García Yáñez, diputado federal y actual candidato al Senado por el estado, provocaron una riña en un jaripeo clandestino que se realizaba para promover el voto a favor del político de Nueva Alianza. Los asistentes se enfrentaron con un escolta del diputado y éste realizó disparos al aire, pero también contra la multitud. Sus compañeros no se quedaron atrás. ¿De qué se trata? ¿Así, a balazos, pretenden convencer al electorado? ¿Y la ley? Ah, sí, en el cajón. IV. Hay para todos. Al parecer, el oficio político en México se convirtió en el trampolín para sobrevivir. No importa cuál sea la formación, a la política llegan todos. Rumbo a los comicios de julio se romperán las marcas, pues estarán en la boleta deportistas, actores o de cualquier tipo de actividades. Si estarán en las boletas María Elena Saldaña La Güereja, Patricio Pato Zambrano, Cuauhtémoc Blanco, Ernesto Laguardia... Qué más da que se apunte José Manuel Mireles Valverde, exlíder de los autodefensas. Encabeza la lista de candidatos a diputados de representación proporcional de Morena en Michoacán. De último momento, el partido modificó la lista para incorporar a Mireles en lugar de Francisco Cedillo de Jesús. Si nos garantizaran resultados, qué bueno sería, pero, ¿en realidad hacen algo por el país? O sólo usan la política como tabla de salvación. V. El posdebate. En un ejercicio excepcional, en el que la gente, los electores, los principales actores de estas elecciones, fueron el plato principal, Imagen Televisión transmitió exitosamente el posdebate. Iniciando con una mesa de debate que incluía a John Ackerman, Juan Zepeda, Juan Ignacio Zavala y Javier Lozano, moderados por Ciro Gómez Leyva y pasando a una segunda etapa con 100 invitados del público en general que pudieron cuestionar y opinar acerca de la y los candidatos. Margarita Zavala, José Antonio Meade y Ricardo Anaya respondieron abiertamente a las preguntas del público. Un formato excepcional en el que la gente tiene la última palabra.