Vínculo copiado
#ESNOTICIA
#ESNOTICIA
Estoy seguro que muchos detractores de la competitividad y de la productividad, se van a rasgar las vestiduras, sobre todo usarán el ya gastado argumento de que la iniciativa privada y la gestión pública, son temas totalmente distintos
07:58 miércoles 29 agosto, 2018
ColaboradoresEscuchamos a los políticos y gestores públicos, de algunos países, hablar con desparpajo de sus buenas intenciones de cambiar, de erradicar la corrupción, de generar beneficio para los ciudadanos, del bien común. Todo suena muy bonito, y de hecho sus intenciones son plausibles, el problema empieza al momento de la ejecución. Casi ninguno de los actores políticos, tienen los conocimientos y la capacidad para poder impulsar verdaderos procesos de cambio, que permitan lograr objetivos importantes y que tengan una permanencia en el tiempo. Esto es debido a muchos factores, pero hoy quiero comentarle que, desde mi punto de vista, esto se debe a que no saben cómo generar un verdadero cambio organizacional o como dicen algunos otros estudiosos, arquitectura social. Estoy seguro que muchos detractores de la competitividad y de la productividad, se van a rasgar las vestiduras, sobre todo usarán el ya gastado argumento de que la iniciativa privada y la gestión pública, son temas totalmente distintos y un sin fin de barbaridades que tienen que ver más con un estado de conformidad adecuado para sus intereses personales, que con la verdadera intención de mejorar. En fin, los empresarios y académicos, coincidimos en “los valores compartidos, creencias y normas que tienen los miembros de una organización, dictan el resultado que se pretende alcanzar”. Está más que estudiado que los grupos sanos, tienen una mayor capacidad de hacer cosas de forma eficiente, de manera colectiva. Es también un sistema de autorregulación grupal, en donde se determina que es lo mejor para la comunidad. ¿Dónde empieza otra de las negativas de aceptación de implementación de culturas organizacionales sanas en organismos públicos?, cuando empezamos a hablar que para que esto suceda deberán de existir niveles de confianza mutua excelentes, incrementar el sentido de responsabilidad y por supuesto, tener espíritu de servicio. Si bien desde mi punto de vista son los actores principales de la generación del cambio, los “expertos” políticos, lo ven desde otra perspectiva, esperando que el ejemplo y las palabras hagan milagros. Para que la cultura organizacional, o la mejor llamada “arquitectura social”, tengan un elemento de cohesión e impuso entre el grupo, requieren de líderes que puedan actuar sobre esta plataforma. De hecho, según los investigadores, se pueden observar o clasificar tres tipos de cultura organizacional, la primera es la colegial, en donde la aportación de los miembros va dictando las buenas prácticas y existe un sistema de autorregulación; segunda, la formalista, en donde se construye de manera positiva los factores y normas que determinen, de forma funcional, el o los procesos que son de beneficio para los objetivos planteados, y finalmente la tercera, la personalista, ¿le suena conocida?, es la que plantea un liderazgo o actitud generalizada en donde la persona de forma individual piensa en lo que dice y siente de manera particular olvidándose de los demás. ¿Qué tan fuerte o benéfica es la cultura organizacional en nuestros organismos o instituciones públicas?, lo dejo a su consideración, pero ahora entenderá porque estamos como estamos. Votar por alguien que nos caiga bien, o “ya le tocaba”, o sea conocido y hasta por lástima, por remordimiento social; implica que, esas personas, no tienen necesariamente la capacidad de generar los verdaderos cambios que requiere el país. Si quiere cambiar el rumbo de su empresa, de su vida o de “perdis” el rumbo del país; debería, desde mi “humilde” punto de vista, identificar el liderazgo de las personas que elige, si es capaz de poder generar y transmitir normas, valores y capacidades que sean un beneficio para el grupo. A todo lo anterior, pregúntese si esas personas, tienen la capacidad y disposición de medir el desempeño, crear sistemas de incentivos, tener un estilo de administración adecuado y finalmente una capacidad de dirección y control adecuada; si la respuesta es no, no se ande quejando después, ahora sí que, el que no amarro al tigre, fuimos nosotros. Ya me está entrando el “enmuinamiento” severo, mejor aquí le paro, no vaya a ser que se enoje la comunidad defensora de la mediocridad, y eso a mí me tiene con “harto pendiente”, dijo su servidor nunca. Si usted es de amplio criterio, o le quiere entrar a la discusión, bueno pues ya se la sabe, sígame y le platicamos por la onda digital. Sígame o escríbame en: Twitter @Manuel_Galvan E-mail: [email protected]