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A un año de la tragedia en el Colegio Americano del Noreste sigue sin precedentes y sin respuesta del factor detonante
14:31 jueves 18 enero, 2018
MéxicoEran las 7:51 horas del miércoles 18 de enero del 2017 cuando Federico disparó en ocho ocasiones en su salón de noveno grado del Colegio Americano del Noreste: a dos compañeros y a la maestra les dio en la cabeza y a una más en un brazo. Uno al que le disparó e insólitamente evadió el tiro gritó: "¡Eh, güey, soy yo! ¡Somos nosotros, Federico!" y en eso el agresor de 16 años se paró frente al grupo, algo gritó y se apuntó en la sien con el arma .22: el tiro errático que le movió el cabello abundante dio en el techo, del que cayeron fragmentos. Lo intentó de nuevo, pero ya no tenía balas. "¿Puedo salir?", preguntó el joven y Federico le contestó: "Lárgate". Mientras aquél huía, el agresor se dirigió a su mochila y abasteció el arma. Los compañeros, aterrados, no se movieron del suelo en que se encontraban o agazapados sobre las mesas. Lo que pasó por la mente del joven para no incrementar la tragedia es algo que jamás se sabrá. Federico gritó "¡Váyanse!" y, mientras los niños salían despavoridos del aula situada entonces en el tercer piso del edificio, el chico se disparó en el mentón. Antes del fin, Federico no dijo nada. Los paramédicos encontraron en ese salón una escena desgarradora e inédita en la historia de la Ciudad y del País. Mientras unos se llevaron a los heridos, otros atendieron a niños y maestras con crisis de histeria. "Nunca voy a olvidar cuando hicieron el pase de lista para saber si estaban todos los niños", dice la madre de un alumno. Horas más tarde, Federico fue declarado con muerte cerebral. Tras su fallecimiento, algunos de sus órganos fueron donados. Trascendió que los riñones los recibió el hijo del político Abel Guerra, a lo que accedieron los padres del joven que no encontró otra salida para encauzar sus tribulaciones que la destrucción suya y la de otros. De inmediato, clubes en internet de solitarios y violentos reivindicaron a Federico como miembro, lo que descartó la policía cibernética de la PGR. Aldo Fasci, ex vocero de seguridad del Gobierno estatal, dice que el joven tuvo cuando menos dos veces acceso desde su computadora a estas comunidades de agresivos. "Pero con una que entres, tienes para que te calienten la cabeza", afirma y agrega que también pudieron influir en el joven los años de la escalada de violencia en la Entidad. "Esta generación en su infancia se la pasó viendo masacres, descabezados. ¡Aquí en Monterrey! Desmembrados, gente colgada de puentes. En todos los medios y redes salían fotos. Eso hizo mucho daño". Javier Sepúlveda, Fiscal en justicia para adolescentes, reitera que al saber de la tragedia anticipó que habría imitadores. Tuvo razón: la Procuraduría estatal ha recibido en este tiempo cuando menos 15 reportes de amenazas en escuelas y presencia de alumnos con armas. Según la Secretaría de Educación han detectado 840 alumnos de secundaria considerados "focos rojos" por el riesgo de que pudieran detonar actos violentos. La Secretaría de Salud, por su parte, reveló ayer que detectaron casi 6 mil estudiantes con alguna conducta de riesgo que puede afectar su integridad o la de sus compañeros. Dice Sepúlveda: "Tuvimos el caso de una joven, alumna de muy buenas calificaciones, que un día en una secundaria pública quiso clavarle unas tijeras a un maestro", cuenta. "Al interrogarla nos dijo que Federico se le aparecía en sueños y que si quería ser su novia debía matar al maestro. Hoy, recibe tratamiento psiquiátrico". De esta manera, hoy la tragedia sin precedentes llega a su primer aniversario. Y la pregunta, la que sigue sin respuesta, es cuál de todos los factores fue el detonante. El por qué. 'Nadie lo escuchó' No hay testimonio que indique que aquella mañana del 18 de enero del 2017 empezó distinta a otras en esta casa de la Colonia Del Paseo Residencial, al sur de Monterrey. El trajín posterior a las 7:00 horas fue el que sucede en muchos hogares: chaquetas y mochilas, el pan, la Nutella, el cereal y la leche. Tras el desayuno frugal, la madre se puso al volante con dos de sus tres hijos, los más chicos, y dejó al segundo en el Colegio Americano del Noreste y al menor en el Colegio Inglés. Todo habría sucedido como siempre excepto porque en el clóset de los padres de Federico, junto a otras armas y cajas con balas para la caza, faltaba una pistola .22 y un paquete de municiones. Al llegar al salón, el joven se sentó al lado de la puerta, fuera de las mesas en las que se ubicaron 25 de sus compañeros. El joven llevaba camisa y tenis blancos, pantalón y chaquetín azules, y un cabello largo que le cubría casi toda la frente. Algunos chicos lo rodearon y algo les mostró en el interior de la mochila negra. No se alcanza a ver si dijo algo. Parece que los demás sí comentaron algo de manera animada. Cecilia Solís Flores, maestra de planta del noveno grado, equivalente a tercero de secundaria, y titular de las materias de química e historia, entró a las 7:30 horas al aula situada en el tercer piso del edificio, saludó y enseguida inició con un examen sobre la tabla periódica. Nadie le dijo que la misma se encontraba pegada en una pared, por lo que no faltaron vistazos a los símbolos para responder correctamente la prueba rápida. Minutos después Miss Cecy, como le llamaban, empezó a recoger los exámenes. Dos chicos que no fueron vinculados al proceso legal se pararon en la puerta y uno parece unir sus dedos en señal de un arma. Salieron: uno fue al baño, el otro se dirigió a un locker, aunque no parece meter o sacar nada. De acuerdo a testimonios de los mismos estudiantes del aula, desde una de las mesas, otro de los que estuvo alrededor de Federico minutos antes preguntó: "¿Ya?". El joven lo miró sin responder: sin ponerse de pie, extendió el arma y la accionó por primera vez. El agresor les dio en la cabeza a dos compañeros y a la maestra, y en el brazo a una alumna más. "Vi que él me miró", describe esta víctima. De no ser porque atravesó su brazo, otra sería la historia. La maestra murió el 29 de marzo y, de los dos chicos con disparos en la cabeza, uno quedó con secuelas que dejará atrás con rehabilitación. El resto de los tiros los dio sin ton ni son: "Parecía como en trance", dijo uno. "Como si estuviera drogado", apuntó otro.
La autoridad entonces descartó consumo de drogas o medicación. Lo que sí trascendió es que el chico sufría de depresión grave y asistió con psicólogos, aunque más por su desempeño escolar que por sus emociones distorsionadas. Sin embargo, la autoridad se concretó a hablar de "problemas psicológicos". Llegó al Colegio Americano del Noreste en agosto del 2016. Antes pasó por el Instituto Americano de Monterrey y el Colegio Inglés, pero de ambos fue dado de baja por no entregar tareas, no participar en equipos y malas calificaciones. Acaso en ese periodo esté el momento en que su alma cambió de manera definitiva. Aunque algunos ex compañeros lo definieron como buena onda y bromista, otros refirieron que era serio y aislado. Unos más dijeron que les llegó a revelar que padecía ataques de ira, agresividad y que solía pensar en el suicidio. Esto no trascendió. La autoridad atribuyó el detonante de todo a contenidos en internet. "Sí considero que el uso irresponsable de las redes sociales tuvo que ver en la manera como actuó Federico, pero la cercanía con las armas fue determinante", comenta Javier Sepúlveda, Fiscal en justicia para adolescentes de la Procuraduría estatal, en referencia al arsenal que el padre, aficionado a la caza, tenía en su domicilio. Aldo Fasci, vocero de seguridad del Gobierno estatal en aquellos días, define como "normal" a la familia del agresor, así como la presencia de armamento en la vivienda. También, que el muchacho se sentía "triste" por no destacar como el resto.
"No era lo popular que él quería ser", comenta. Para el terapeuta Miguel Villegas, la realidad es más compleja. "Muy probablemente este chico se vio avasallado por un cúmulo de situaciones que estaba viviendo y nadie lo escuchó y un día se quedó sin palabras, y la única manera que encontró fueron las armas, y la lógica de las armas es matar", agrega el especialista en violencia masculina. El fundador de Forkados, grupo orientado a la atención a hombres violentos, agrega que se sabe que Federico externó emociones, pero no se le escuchó o se le tomó a juego. Sus ex compañeros confirmaron esto: llegó a decir que un día iría a la escuela a desatar un tiroteo. En otro, que vio un documental sobre una masacre en una escuela de Estados Unidos. Incluso en el chat de Facebook del grupo, "Soriana Hiper", y en el de WhatsApp, "Neglitoides", Federico avisó que llevaría un arma a la escuela no sólo un día antes de la tragedia sino desde octubre del 2016. Todos alrededor parecían saber de sus perturbaciones, pero nadie lo tomó en serio y algunos hasta lo estimularon en su aviso del día previo al ataque, en el 2017: "Nos pones en fila como en The Walking Dead y nos vas disparando uno a uno". Si acaso hubo duda en el joven sobre lo que llevaría a cabo en el salón de noveno grado, ésta se disipó ante los estímulos de esos compañeros. Hay testimonios de que incluso uno de los que le rodearon en su salón lo conminó minutos antes: "Primero le disparas a ella", le dijo en alusión a una compañera, "y luego a los demás". De cuatro compañeros que lo apremiaron para que aquel 18 de enero fuera distinto a otros, dos fueron expulsados y a dos más se les permitió concluir en línea la secundaria. Los directivos del Colegio Americano del Noreste, que habrían sido alertados de la conducta extraña del joven, declinaron dar entrevista. En el espacio donde estuvo el salón de la tragedia hay únicamente lockers y la fachada fue fortificada. Tampoco los padres de Federico ni sus abogados respondieron a las solicitudes de entrevista para hablar de lo que habría llevado a su hijo a esta decisión, a fin de difundirlo y evitar una nueva tragedia. Así, el joven que habló de suicidarse, que sabía disparar pero que no le gustaba la caza, y que en su Facebook tenía como predilecciones a The Black Eyed Peas, la película Godzilla y el videojuego Minecraft, sigue siendo un gran desconocido. Concluye Villegas: "Aún de manera post mórtem, Federico sigue sin ser escuchado". Finalmente Aurora González, madre de Luis Fernando, quien a sus 15 años debe reaprender sus movimientos debido al disparo en la cabeza, afirma: "No podemos darle vuelta a la página así nada más. Tenemos que estar atentos a nuestros hijos en la casa, en las escuelas. Que los mismos amigos y familiares actúen a tiempo si ven que algo le pasa a un chico". -- El Norte