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#ESNOTICIA
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José Javier Pérez
00:06 miércoles 2 septiembre, 2020
ColaboradoresEl día martes primero de septiembre el presidente de México, presentó su “Segundo Informe de Gobierno” (o cerca del 750 por si contamos las mañaneras). Poco que decir con resultados, pero mucho que hablar de lo que ya pasó y del eterno futuro que sigue sin llegar. Sí, como ciudadanos nos encontramos en un círculo vicioso de revancha y esperanza al mismo tiempo dictado desde el púlpito presidencial. En ese panorama, la educación, lejos de verla como la solución, se percibe como un lastre para la actual administración federal. El ciclo escolar 2020-2021 tuvo que iniciar a distancia, no había de otra. Era eso o crear una psicosis social desmesurada ante los posibles contagios de COVID-19. Entonces se optó por crear un convenio con los concesionarios (otroras llamados neoliberales) de televisión y radio del país. En cifras, cerca de 450 millones de pesos (mdp) según datos oficiales por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Sin embargo, esta acción resulta insuficiente para impedir que la brecha educativa se abra entre los estudiantes de México. Seamos claros, los programas de televisión no permiten la contextualización de los contenidos educativos, por lo tanto, es típico que los estudiantes se aburran, no comprendan lo que les dicen, las familias llegan frustrarse y algunos maestros no logran acompañar el proceso de aprendizaje de sus estudiantes con pertinencia. Aquí no hay culpables, es el enfrentamiento (una vez más) de la realidad con las decisiones de las autoridades educativas, que lejos de innovar, sumar más voces a este “programa”, solo han realizado una encuesta para “saber” el grado de aceptación del mismo entre la población. Nada más alejado de los diversos contextos que encontramos en nuestro país. Pero, ¿los resultados? De acuerdo con ejercicios realizados por entidades como el Banco Mundial o Save the Children, estamos lejos de “medir” con claridad el impacto de este aislamiento social y la educación a distancia. Cualquier asomo de desigualdad estará justificado, no solo por la ineficacia de las autoridades, sino de la propia realidad que vivimos. En este panorama, advierten, elogian y suscriben autoridades educativas y sindicales, “solo podemos hacer lo necesario para salir adelante, porque juntos lo lograremos” La gran pregunta es ¿cómo? Más allá de los posibles resultados que pudiera arrojar este programa de educación a distancia a través de la televisión, si nos ponemos a pensar un poco, realmente no han habido cambios profundos en lo que se refiere a la parte medular para la transformación de la educación. Por ejemplo, la valoración de los contenidos o la innovación en las técnicas de enseñanza o incluso en la infraestructura educativa. Es verdad que el programa “La Escuela es Nuestra” ha brindado recursos a las escuelas con mayor necesidad (o al menos eso dice el documento oficial) pero vaya puntada con la pandemia, todas las mejoras de infraestructura, quedarán ahí, en un espacio sin utilizar por el momento. ¿Eso podría invertirse en equipos de tecnología para los profesores o los estudiantes de esas escuelas? ¿O podría ayudar a construir un espacio de conexión a internet para toda la comunidad? La pregunta es, la escuela, ¿para qué? Preguntas que ni el secretario de educación o el propio presidente se han hecho. Las decisiones han pasado a formarse en el terreno de lo político y solo pueden augurar un mayor incremento de desigualdad y abandono escolar. Desafíos que por cierto, siguen desapercibidos para una gran parte de la estructura oficial y sindical. Está bien reconocer una y otra vez el gran esfuerzo de los profesores y las familias, pero las porras no bastan, se necesitan acciones puntuales, recursos tangibles y acompañamiento real que atienda su labor y permita encontrar caminos divergentes ante la nueva normalidad. ¿Qué podemos hacer? Asignar mayores recursos para que pudieran remediarse las desventajas de quienes no pueden seguir con este sistema de enseñanza. Es decir, focalizar los recursos, gastar mejor cada peso del presupuesto público. Concentrar la capacidad pedagógica para hacerle frente a estas circunstancias, crear esquemas de educación que pueden necesitar más adelante o encontrar otras dificultades. Propiciar que los profesores colaboren entre ellos y puedan valorar de mejor manera aprendizajes transversales para los niños y jóvenes. En Secundaria y Bachillerato, articular mejor los contenidos entre asignaturas para generar proyectos que desarrollen habilidades en los chicos y no solo saberes aislados. En terreno jurídico, detectar en la Ley de Educación elementos que no estén alineados a la nueva realidad del sistema educativo. Por ejemplo, la formación de nuevos profesores, la capacitación de los que ya están en servicio, la evaluación de los aprendizajes, un currículum flexible y la autonomía escolar, entre otros. Tanto que hacer en materia educativa, que no podemos pretender y conformarnos con que la escuela (contenidos, materias, exámenes, ejercicios, horarios, materiales) está en casa, porque no es así. Espero que esto forme parte de una transición hacia los cambios que necesitamos en la escuela, porque si solo estamos aguantando el bache para regresar al mismo espacio y hacer lo mismo de siempre, se convertirá en un dato vacío de cualquier informe de gobierno. *Instructor comunitario y profesor de matemáticas. Docente de Educación Superior Tecnológica con más de 16 años de experiencia como docente en el estado de SLP. Contacto: [email protected]