El presidente no es nadie, así como se oye, no es nadie para vigilar las elecciones que se realizan en México. Más bien los actos de López Obrador nos obligan analizar de manera seria de qué manera los partidos de oposición, pero particularmente el Instituto Nacional Electoral, vigilará que el tabasqueño deje de violar la ley, por el momento, en lo que se refiere a actos de promoción de su partido Morena. El mandatario anuncia que será el guardián de la elección del año 2021. Momento. Que alguien le avise que en los últimos 30 años los mexicanos hemos construido instituciones que organizan, vigilan y sancionan todo lo que tenga que ver con los procesos electorales. Estas instituciones se construyeron precisamente para que los gobernantes autoritarios dejaran de manipular elecciones y de incidir de manera ilegal en los resultados. En México contamos con un entramado institucional que garantiza la legalidad en las elecciones y, de registrarse inconformidades, existen los tribunales para resolverlas. El Instituto Nacional Electoral y el país, no necesita iluminados que vigilen nada. Las leyes son muy claras y basta que sean aplicadas como se ha hecho hasta la fecha. Son las mismas normas, por cierto, con las que ganó el gobierno de la autonombrada cuarta transformación. El lance de López Obrador contra el INE tiene el propósito de desprestigiarlo y colocar ahí a sus incondicionales. Es obvio.  La democracia de México vive uno de sus momentos más difíciles, más aún que cuando se luchó por la limpieza en las elecciones. En aquel momento los gobiernos priistas fueron capaces de dialogar, negociar y ceder para construir las instituciones democráticas. La gente inteligente, de todas las fuerzas políticas evitó, en muchos momentos, el derramamiento de sangre y que el conflicto social se desbordara. Hoy estamos a la merced de un autoritarismo aldeano, pobre de ideas y creativamente muy limitado.