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Durante la campaña electoral, López y su gente eran muy irritables. A la menor provocación mostraban su enojo en el debate sobre corrupción, pobreza, inseguridad, entre otros
00:06 martes 7 julio, 2020
Colaboradores¿Qué nos pasó?. Es la pregunta que deben hacerse quienes votaron por Andrés Manuel López Obrador. Durante la campaña electoral, López y su gente eran muy irritables. A la menor provocación mostraban su enojo en el debate sobre corrupción, pobreza, inseguridad, entre otros. Llegó la elección y ganaron con 30 millones de votos. Pero López y sus seguidores siguen molestos. Piden tiempo. Pasa un año, y siguen molestos. Pasan dos y, siguen molestos. López Obrador tiene mayoría en el Senado y Cámara de Diputados. Prácticamente reforma leyes a su antojo; se apropia de organismos autónomos; despide a miles de trabajadores del gobierno federal; hace recortes al presupuesto de las dependencias, y; elimina programas sociales e impone los suyos. El Presidente de México se apropia de todo lo que puede, en demérito de instituciones que ayudan a que funcione un sistema democrático. No obstante, López y sus seguidores, siguen molestos. ¿Qué es lo que pasa?. Pues resulta que López Obrador no tuvo la capacidad para administrar el gobierno. Corrió a miles de trabajadores sin revisar si su labor era importante o no, esencial o no, lo que en muchas dependencias llevó a paralizar su funcionamiento. El Presidente no supo operar políticamente la ejecución de sus proyectos. Pensó que México es un pueblo bananero donde podía pasar por encima de lo que fuera. Se equivocó. Los afectados respondieron con el respaldo de las leyes. López Obrador es muy poco profesional en el análisis de sus tareas diarias. Se le ocurrió instaurar conferencias de prensa, mañaneras, para seguir adoctrinando a su militancia. Error terrible. Las mañaneras son una fuente amplísima de material para que sus detractores muestren un gobierno impreciso y errático. Los funcionarios del actual Gobierno de México son de un bajísimo perfil, incapaces de oponerse a las ocurrencias de su jefe. Por último, la congruencia del discurso de López Obrador -esa que es básica en un gobernante- es huérfana desde la toma de protesta. En estás, las horas definitivas, el enojo de López y su gente, apunta para hacerse crónico.