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Como los reyes derrotados, encerrado en su palacio con miedo de dar la cara al mundo, así se porta
08:12 domingo 9 mayo, 2021
La Matatena3 de mayo, 22:22 horas, en la ciudad que nunca duerme un estruendo no solamente vino a sacudir la Línea 12 del Sistema Colectivo Metro, sino la vida de las personas que viajaban en sus vagones; quienes por infortunio y cosas del destino estuvieron en el lugar y momento equivocado, de sus familias y de un país que tras la tragedia día a día va descubriendo la serie de anomalías, omisiones, corrupción e impunidad que venían escondiéndose entre los rieles del gusano naranja. Un total de veintiséis familias quedaron de luto, mientas que más de setenta ahora tienen a alguno de sus integrantes en un hospital, sin saber cómo estarán enfrentando en lo económico y emocional las implicaciones del siniestro. Si esto hubiese ocurrido durante los sexenios de Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto hubiéramos visto a una oposición enfurecida exigiendo respuestas y la cabeza del o los responsables; también habríamos visto a un mandatario en el lugar de los hechos dando un mensaje de apoyo, ordenando la investigación exhaustiva y pidiendo la solidaridad. Y claro que me refiero a una oposición encabezada por Andrés Manuel López Obrador, quien ya estaría señalando y exhibiendo culpables, con un enérgico reclamo al terrible gobierno neoliberal. Muy opuesto ha sido el escenario en los últimos días: un presidente antipático que no mostró la más mínima pena por lo sucedido, que nunca visitó el lugar, que no ha exigido el esclarecimiento, que muy apenas abordó el tema en su mañanera, que asegura que no protege a sus cercanos involucrados en la historia de la Línea 12, que además advierte que estar en el lugar de una tragedia “no es su estilo”, y que cada vez se ve más lejano a la ciudadanía. Como los reyes derrotados, encerrado en su palacio con miedo de dar la cara al mundo, así se porta. Tras un suceso que no se había visto en la Ciudad de México desde la década de los setentas, lo menos que se esperaría de un presidente era un mensaje inmediato en el que se hiciera referencia al apoyo del Gobierno Federal, al menos, con la modernidad nos hubiera gustado un mensaje en redes sociales, ya con fe en el asunto pues hasta ver al presidente llegar a la estación Los Olivos… ¡pero nada! El presidente sigue sin entender que en política como en la vida forma es fondo, y lo único que comunicó con su actitud es su ya notable incapacidad para hablar de frente y resolver una crisis. Cada día se muestra más desconectado e insensible a lo que nos sucede a los mexicanos y trata de empatizar solamente cuando quiere que las cosas se hagan a su contentillo. La comunicación es una herramienta con múltiples vertientes que puede amoldarse ante cualquier situación, con un correcto discurso hasta el peor de los políticos puede salir bien librado de un muy mal contexto, el gran problema es que nadie hace un buen uso de este arte. Uno de los mensajes no solamente más políticamente correctos sino puntuales, y que además solidarizaron a un país entero fue el que dio la entonces presidenta de Chile, Michelle Bachelet, en febrero de 2010; luego de que un terremoto con magnitud de 8.8 grados en la escala sismológica de Richter sacudiera el centro-sur del país. No había pasado mucho tiempo del siniestro cuando tanto en su cuenta de Twitter como ante medios de comunicación, con gran calidad humana y honestidad, la mandataria señalaba: “El paso de las horas nos ha permitido demostrar que estamos ante una catástrofe de magnitud impensada, que provocó daños que van a requerir gigantescos esfuerzos, por un tiempo bastante importante”. Este mensaje claro, incluso permitió generar calma en la población. Y es que de eso se trata el manejo de una crisis, de calmar una situación por más compleja que sea. Es como apagar un gran incendio sin dejar que otros pequeños distraigan la labor. Es decir “Sí, tenemos un problema, pero debemos priorizar y resolver, todo estará bien, permítanos trabajar”. La frialdad en la actitud de López Obrador y de integrantes de su gabinete, recordó mucho el mal manejo de crisis aquel 19 de septiembre de 1985 por parte del entonces presidente Miguel de la Madrid; con una ciudad destruida el mandatario no solamente hizo una tardía aparición pública, sino que minimizó la tragedia, ocultó cifras de muertos y rechazó la ayuda internacional, además de ver en la movilidad social una enemiga del trabajo que el Estado debía desempeñar. AMLO pareciera vivir en un universo paralelo en donde todo lo que sucede es en su contra, basta ver las joyas de argumentos con los que diputados y senadores de Morena hablaron sobre los hechos. Finalmente, más allá de la actitud del presidente lo que las familias de muertos y heridos exigen es justicia, que se investigue a quienes abandonaron o no hicieron bien sus funciones, a quienes se les olvidaron las miles de personas de que diariamente usan el metro, quienes con sus omisiones invisibilizaron a la clase trabajadora, quienes pagan 120 millones de pesos por el deficiente mantenimiento, los que fueron sordos a las denuncias de fallas y adjudicaron a sus amigos tareas para las que no tenían capacidades. Y es que en este país una vez más quedó demostrado que la corrupción mata. Que en esta ocasión no se nos olvide.