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En las últimas décadas, el desempleo entre jóvenes ha crecido significativamente, particularmente en su relación con la tasa de desempleo del total de la población económicamente activa.
22:19 jueves 31 enero, 2019
Colaboradores“Quien descuida el aprendizaje en su juventud pierde el pasado y está muerto para el futuro.” Eurípides, poeta griego. En las últimas décadas, el desempleo entre jóvenes ha crecido significativamente, particularmente en su relación con la tasa de desempleo del total de la población económicamente activa.
En países que fueron golpeados por la crisis financiera de 2008 como Grecia o España, el desempleo juvenil llego a alcanzar tasas cercanas al 50%, siendo del doble que el desempleo promedio de la población.
En México, en donde la tasa de desempleo registrada es inferior al 4%, la de desempleo entre jóvenes es cercana al doble. Cabe señalar que la baja tasa desempleo en México responde, por un lado, a una subrepresentación derivada del modelo de registro del desempleo, así como a una dinámica laboral que ha permitido la creación de más empleos, pero de menor calidad y bajo nivel salarial.
Existe una posibilidad elevada de que el desempleo entre jóvenes crezca ante un escenario futuro de menor crecimiento económico y de baja inversión, que repercutan en una disminución del ritmo de creación de nuevos empleos. En transiciones demográficas y particularmente en el caso de México con el llamando bono demográfico, se amplía la población económicamente activa y potencialmente sujeta de empleo (representando una proporción mayor las personas en edad laboral, respecto de las personas en edad no laboral, ya sea por ser menores de edad o por ser personas en edad o situación de retiro). Pero el aprovechamiento de estos bonos demográficos implica necesariamente la creación de empleo formal y de largo plazo, ya que de otra manera no se cuenta con capacidad para incorporar al trabajo a grandes grupos de jóvenes que buscan nuevos trabajos cada año.
Es factible diseñar mecanismos de corto plazo que trasladen, mediante apoyos fiscales, recursos a la población joven, pero no son soluciones estructurales si no están vinculadas al crecimiento de la economía y del empleo.
Si a este panorama sumamos las tendencias aceleradas en materia de automatización y otros fenómenos de la llamada cuarta revolución industrial, se estarán presentando desequilibrios aún más fuertes en el mercado laboral.
Sobre estos fenómenos económicos generales las personas en lo individual tienen poco que hacer, pero el tema del desempleo juvenil tiene también componentes conductuales; existiendo características que propician que ciertas personas jóvenes caigan más fácilmente en condición de desempleo.
En el estudio “Unemployment duration and the personalities of young adults workers”, de Sansalea, DeLoach y Kurt, se analizó la relación de factores de personalidad con la duración de los periodos de desempleo entre jóvenes adultos en Estados Unidos entre los años 2008 y 2015.
Se encontraron dos características de personalidad relacionadas con mejores condiciones de empleo para los jóvenes. Una de ellas es la “escrupulosidad”. Se trata de uno de los cinco factores de personalidad que muchas teorías psicológicas contemplan y se refiere a la orientación de las personas a realizar las tareas de manera adecuada, a tomarse con seriedad las obligaciones respecto de terceros y a la tendencia a ser organizado y eficiente; que se traducen a su vez en una personalidad responsable y confiable.
Otra característica es un bajo nivel de neuroticismo versus estabilidad emocional, que está relacionado con la habilidad de una persona para mantenerse estable y balanceada ante factores que potencialmente pueden desequilibrar su entorno. Las personas con alto nivel de neuroticismo tienden a expresar más fácilmente emociones (y respuestas) negativas ante factores no controlado del entorno.
Lo relevante de la investigación es que, si bien muchos factores de personalidad son innatos, también existe evidencia de que estos pueden ser desarrollados o por lo menos inducidos a partir de modelos educativos, de programas específicos de instrucciones educativas o incluso de programas de entrenamiento laboral incluso hasta cerca de los 30 años.
Si bien las personas tienen poco que hacer ante los problemas de desempleo general, la comprensión de estos factores de personalidad, evidentemente sumados al desarrollo de capacidades específicas y de competencias profesionales, pueden ayudar a desarrollar condiciones que favorezcan a las personas en lo individual.
Ante entornos complejos, los jóvenes y sus familias, pueden llevar a cabo acciones que les permitan desarrollar factores de personalidad y desarrollar capacidades para enfrentar momentos turbulentos en el empleo y crear mejores oportunidades profesionales futuras.
El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares