Investigadores británicos han demostrado que después de una buena siesta se rinde mucho mejor. Un estudio realizado por Netasha Shaikh y Elizabeth Coulthard, del Instituto de Neurociencias Clínicas de la Universidad de Bristol han medido la actividad eléctrica del cerebro para comprobar los efectos de la siesta. Esta investigación publicada en el Journal of Sleep Research, reclutaron a dieciséis voluntarios - ocho hombres y ocho mujeres- de entre 21 y 91 anos. Se les pidió que no consumieran bebidas con cafeína ni con alcohol desde las seis de la tarde de los días anteriores a las sesiones a las que se sometieron. Dichas sesiones se realizaron antes y después de la siesta. Se trataba de respuestas con dos posibilidades para cada una a cuestiones muy simples. La diferencia es que en una se introducían informaciones subliminales imposibles de captar de forma consciente, pero que el cerebro sí leía. La otra tarea era mucho más sencilla y consistía en decir si en una pantalla se veía un cuadrado azul o un rojo. Los participantes realizaban ambas tareas y después una parte hacía una siesta de unos noventa minutos y los otros se mantenían despiertos. Después intercambiaban los papeles. Con un electroencefalograma, los investigadores registraron los cambios que se producían y los resultados indicaron que la siesta mejoraba la velocidad de procesamiento. Las autoras consideran que ahora hay que hacer estudios con grupos más amplios y averiguar si los resultados varian en función de la edad. También creen que hay que estudiar los mecanismos neuronales implicados. En todo caso, remarcan los beneficios de las siestas y hacen que el famoso dicho de “voy a consultarlo con mi almohada” cobra más sentido que nunca. Dormir después de comer aunque sea poco rato aumenta el rendimiento. -- Vanguardia