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No puedo respirar, clamaba por su vida George Floyd, pero sus súplicas no significaron nada para los policías que lo sometían y que terminaron asesinándolo
02:06 jueves 4 junio, 2020
EN LA OPINIÓN DE ERIKA SALGADONo puedo respirar, clamaba por su vida George Floyd, pero sus súplicas no significaron nada para los policías que lo sometían y que terminaron asesinándolo. La polarización social nos ha deshumanizado y el odio, le ha abierto la puerta a gobernantes que, en otras condiciones, nunca hubieran logrado convencer a los electores.
¡Manos arriba, no disparen! Es el grito de un pueblo que teme más a la reacción de su policía que a cualquier otra cosa, y tienen razones para desconfiar, pues las historias de racismo y abuso policial han sido tantas que el pueblo, más cansado que asustado, ha salido a protestar. La discriminación y el racismo en Estado Unidos de Norteamérica es un asunto histórico y ha pasado desde la esclavitud, las leyes y normas discriminatorias hacia las comunidades de diversidad racial, pasando por los linchamientos públicos, los asesinatos impunes, las encarcelaciones injustas y los abusos. Hoy la llama que ha avivado una mecha que nunca se apagó se llama George Floyd, asesinado por policías que, tras haberlo detenido por parecerse a un hombre denunciado por tratar de usar un billete falso en un negocio, lo asfixiaron mientras él suplicaba por su vida. Todo quedó grabado en video, o en videos, que le han dado la vuelta al mundo. Habitantes de más de 75 ciudades norteamericanas han salido a mostrar su indignación. Y algunos estudiosos del tema han equiparado los disturbios que han acompañado algunas de estas protestas con los que ocurrieron a partir del 4 de abril de 1968, día en que fue asesinado Martin Luther King Jr., líder en la lucha por los derechos civiles en EE.UU. Pero este grito clamando JUSTICIA, ha encontrado un eco tremendo, no sólo entre la población de color, los negros, como les llaman, muchas comunidades se han sentido identificados en ese clamor, porque el racismo y la discriminación han tocado duramente a los latinos, judíos, asiáticos y en general, a los inmigrantes, legales o ilegales, irónicamente en un país formado por la migración. El sectarismo también ha tocado a las comunidades de diversidad sexual, a quienes profesan una religión distinta a la mayoría y la “supremacía racial” ha servido de pretexto para actos abominables y hasta salvajes. Este mensaje de intolerancia ha sido alimentado y tomado por bandera por el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien lo ha visto como una estrategia política para ganar elecciones, para dividir a la comunidad, para apelar al estereotipo aspiracional contra el que nadie, que quiera ser aceptado socialmente, iría. Por eso, en las ultimas elecciones vimos a latinos, a personas de origen mexicano, apoyando la construcción de un muro en la frontera con México, apoyando a Trump y a sus políticas antimigrantes. Para Haney López, investigador de la Universidad de California, "El racismo está siendo utilizado como arma por un presidente que representa los intereses de multimillonarios como él" y que saca partida de la división y la confrontación social, así ganó la elección, enfrentado a los ciudadanos entre sí, ya lo decían Julio César y Napoléon divide et impera o divide y vencerás. Desde México volteamos al norte y sentimos esa realidad lejana. Sin embargo, la polarización social también es una apuesta de políticos locales, con todos los riesgos y costos que sociales, económicos y en término de libertades, que trae consigo. Y hoy nos vemos, en todos los escenarios, gobierno contra los medios, medios contra gobierno, gobierno contra empresarios, trabajadores contra empleadores, fifís contra chairos, los que se quedan en casa y los que no, cualquier reto actual es motivo de polarización.
No se trata de diversidad ideológica, esa es valiosa y productiva, se trata de odio, de rencor, de batallas a muerte que se libran en las redes sociales, de intolerancia pura que no abona a un ejercicio democrático, porque los linchamientos públicos son cosa de todos los días, porque no hay una sola estrategia gubernamental, empresarial o de la sociedad civil que pueda trascender con este nivel de polarización, que sólo sirve a los intereses de unos cuantos pero que pone en peligro a nuestro país. Los malos políticos sacan tajada de nuestros enfrentamientos, pero a los ciudadanos no nos sirven de nada, la intolerancia atenta contra la democracia. Un pueblo dividido, es un pueblo que no puede gobernar y que es entonces, fácilmente sometido, está en la historia de nuestro país. No se trata de que no existan diferencias, se trata de generar debates de altura, en términos de respeto y con el objetivo de construcción de soluciones, se trata de realmente involucrarnos, EDUCARNOS en democracia y en el ejercicio de nuestros derechos y libertades y de las responsabilidades que vienen con ellos. Justo lo dijo el hermano de George Floyd: Hagamos esto de otra manera. Dejemos de pensar que nuestra voz no importa y votemos. No sólo por el presidente… hay que educarnos y saber por quién estamos votando. Con educación vamos a darles.