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Según datos del INEGI en México 5 de cada 100 personas tienen alguna discapacidad, la principal forma es caminar o moverse que se presenta en 58% de las personas; posteriormente se encuentra la discapacidad visual (27%), el resto de las discapacidades representan menos de 12% cada una; 85% sólo tienen una discapacidad, pero 10% dos formas diferentes.
22:43 jueves 2 noviembre, 2017
ColaboradoresSegún datos del INEGI en México 5 de cada 100 personas tienen alguna discapacidad, la principal forma es caminar o moverse que se presenta en 58% de las personas; posteriormente se encuentra la discapacidad visual (27%), el resto de las discapacidades representan menos de 12% cada una; 85% sólo tienen una discapacidad, pero 10% dos formas diferentes.
La movilidad representa uno de los principales retos a superar en las ciudades mexicanas, sin embargo no cuentan con infraestructura adecuada para las personas con capacidades diferentes. No existe reglamentación para la construcción que obligue la disposición de espacios adecuados, si bien cada vez es más común ver “rampas” en las esquinas, no forman parte del diseño urbano universal; en muchas ocasiones sólo es parte de un requisito, pero que en materia de diseño tienen muchas consideraciones para ser funcionales; por ejemplo, se encuentran en una esquina, pero al cruzar la calle ya no está disponible, en otros casos no se encuentran alineadas, de tal forma que una persona en silla de ruedas tiene que ir en sentido contrario a los autos para encontrar la otra rampa. En el caso de los pasos a desnivel, en las ciudades intermedias o chicas (menores a 1 millón de habitantes) es común encontrar pocos puentes peatonales y sólo cuentan con escaleras para el acceso.
Otro tipo de limitaciones como la visual, no se encuentra atendida en las ciudades, salvo contadas excepciones no se dispone de señalamientos en lenguaje Braille, espacios propios, o infraestructura adecuada para facilitar el desplazamiento de personas con esta discapacidad. El diseño urbano universal no es aún un tema de política urbana y por tanto no está presente en el espacio público, la infraestructura y la ciudad en general; sin embargo, en materia de transporte público la SCT estatal ya está desarrollando iniciativas para adaptar las unidades.
El principal reto es el desplazamiento dentro de la ciudad, pero también el factor cultural es un reto aún por atender. La utilización de espacios exclusivos para personas con capacidades diferentes, el bloqueo de rampas en las esquinas o incluso la segregación son aún formas de exclusión en la mayor parte del espacio urbano de las ciudades mexicanas.
Es necesario el diseño en tres niveles, de acuerdo a las recomendaciones de ONU-Hábitat en objetivo 11 y de la Nueva Agenda Urbana. Primero el diseño del marco normativo, que asegure la inclusión de estas personas en lo laboral, en lo social y en el espacio urbano. Segundo, el diseño urbano para la adecuación del espacio en forma física y emotiva, que permita que las personas con discapacidad permanezcan en un lugar y se apropien de él, en este renglón lo más importante es que se permita el libre tránsito de las personas. Tercero, el diseño financiero, para asegurar la construcción de infraestructura para personas con discapacidad.
Si bien tradicionalmente se ha considerado la inclusión en la ciudad como resultado de la accesibilidad al espacio físico, es decir, es una cuestión de disponer o no del lugar o bien de adecuación del espacio, para determinadas condiciones. La accesibilidad se ha ampliado a otras tres formas: a) la disponibilidad virtual de servicios como el acceso a la banda ancha; b) la posibilidad o no de poder vivir en un determinado espacio dependiendo de la capacidad económica de las personas; y c) la identidad urbana, como lo emotivo, la pertenencia y apropiación del espacio urbano. De tal suerte que es necesario en la ciudad generar un proyecto de ciudades incluyentes, considerar estas nuevas determinantes universales.
En el caso de SLP facilitaría el uso del espacio público adecuado para las personas con capacidades diferentes, agilizaría la movilidad a través de las rampas de acceso y uso de espacios exclusivos, pero sobre todo permitiría el establecimiento de relaciones para la mejor aceptación de estas personas como parte de la vida cotidiana de forma natural.
Una ciudad incluyente invierte en adecuación del espacio público y en infraestructura, de forma sistemática para integrar no sólo a personas con capacidades diferentes, sino a la población de escasos recursos, San Luis Potosí podría ser una ciudad incluyente, pero requiere un proyecto de ciudad.