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Los hombres decían: vienen las mujeres y nos van a hacer a un lado, ya con la fuerza política de ellas pues nos van a pegar muy duro
00:03 lunes 12 marzo, 2018
VIRALES“Tenían miedo que si nos daban el voto a las mujeres, íbamos a votar por Monseñor Luis María Martínez que era el obispo de la época […] los hombres decían: vienen las mujeres y nos van a hacer a un lado, ya con la fuerza política de ellas pues nos van a pegar muy duro y ya no vamos a poder hacer de las nuestras”. Así se expresaba Soledad Orozco, una de las principales activistas por el voto femenino en el país, a la altura del año de 1942, después de que durante cuatro años o más en lo inmediato y casi todo el siglo de manera indirecta, se había estado difiriendo con pretextos y burocratismos deliberados, el ejercicio de éste derecho para las mujeres. Cárdenas, después de haber sufrido la presión de grupos feministas que estuvieron a punto de tomar Palacio Nacional en una noticia que se dejó circular lo menos que fuese posible, como es costumbre con todo lo inconveniente al régimen, decidió presentar la iniciativa que incluía la estratégica palabra “mujeres” como sujetos del ejercicio de votar y ser votadas; y encontrándose ya dictaminada y votada incluso en el Pleno del Congreso favorablemente, no llegó a promulgarse ni a publicarse pues al parecer se temía que el voto femenino potencial se inclinara a favor del General Juan Andrew Almazán, a la sazón adversario de Manuel Ávila Camacho, el que inopinadamente había ganado la carrera al más lógico representante del Cardenismo: Francisco J. Mújica; además se encontraba ya en la escena política el Partido Acción Nacional que había mostrado más interés por la participación y suerte de las mujeres en la política. Interesado en el tema de la participación de la mujer mexicana en la política, tuvimos un afortunado hallazgo, al lograr el acceso a una tesis doctoral que firma la Doctora Enriqueta Tuñón Pablos, trabajo que lleva por nombre “El Estado mexicano y el sufragio femenino”, fechada en el 2002. En este se puede encontrar información que aseguro es mayoritariamente desconocida. Me permití entresacar sólo algunos datos: Ya desde 1916 Hermila Galindo, secretaria particular de Venustiano Carranza, envió al constituyente un escrito en el que solicitó los derechos políticos para las mujeres argumentando lo siguiente: “Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es, que no carezca de derechos. Las leyes se aplican por igual a hombres y mujeres: la mujer paga contribuciones, la mujer, especialmente la independiente, ayuda a los gastos de la comunidad, obedece las disposiciones gubernativas y, por si acaso delinque, sufre las mismas penas que el hombre culpado. Así pues, para las obligaciones, la ley la considera igual que al hombre, solamente al tratarse de prerrogativas, la desconoce y no le concede ninguna de las que goza el varón”. Eran argumentos coherentes - escribe la Doctora Tuñón Pablos- con el liberalismo político que, en las Adiciones al Plan de Guadalupe de 1914, se había comprometido a: “asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos y la igualdad ante la ley”. Sin embargo, al redactarse la Constitución de 1917, al discutirse la petición, se decidió -sin mucha discusión- negar a las mujeres los derechos políticos argumentando:
“[…] en el estado en que se encuentra nuestra sociedad […] las mujeres no sienten la necesidad de participar en los asuntos públicos, como lo demuestra la falta de todo movimiento colectivo en este sentido” Y a pesar de que había habido una incorporación masiva de las mujeres a la lucha armada, al redactar la Constitución declaraban: “El hecho de que algunas mujeres excepcionales tengan las condiciones para ejercer satisfactoriamente los derechos políticos no funda la conclusión de que éstos deban concederse a la mujer como clase. La dificultad de hacer la selección autoriza la negativa.” Nótese en el párrafo anterior la mención de “clase” que se da a la mujer sin percibir en apariencia la discriminación expresa con la que se le concibe. Con estos breves apuntes, pues hay mucho más que mencionaremos después por razón de espacio, quedan claras dos cosas: Una, Sí hay movimientos femeninos y exigencia de participación política durante todo el siglo XX y en diferentes momentos; y Dos, se teme a que la mujer participe. Hoy en día ya existe la posibilidad Legal del voto femenino aunque la de ser votada todavía resulta de difícil digestión para los partidos político; la carrera política de una fémina tiene un costo de esfuerzo, dinero y tiempo, más allá del doble que la de un varón. En el fondo le tenemos miedo no tanto a la mujer sino a que ésta, con poder, nos deje. ¿Qué pasará en la elección del 2018? ¿El voto femenino habrá de vengar tantos años de olvido y arrincorramiento? ¿Los machos alcanzaremos a madurar pronto y venceremos ese miedo?