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Estamos en época de informes de gobierno, lo cual debería significar en la relación gobernante-gobernados, rendición de cuentas. Sin embargo, el espectáculo que tenemos frente a nuestros ojos dista mucho de ello
06:48 miércoles 30 septiembre, 2020
EN LA OPINIÓN DE ERIKA SALGADOEstamos en época de informes de gobierno, lo cual debería significar en la relación gobernante-gobernados, rendición de cuentas. Sin embargo, el espectáculo que tenemos frente a nuestros ojos dista mucho de ello. Es por todos sabido que a quien gobierna no le gusta rendir cuentas, le incomoda tener que hacerlo. Cada paso adelante en la participación ciudadana y el acceso a la información pública ha sido resultado de la lucha social, no de concesiones graciosas de la élite gobernante, y eso se nota, pues los diferentes poderes, los diferentes niveles de gobierno, hoy día siguen evitando dar cuenta de sus actos, ya sea mediante argucias legales, omisiones o argumentando falta de recursos. Aún así, la sociedad ha ido avanzando, desde los consejos consultivos, los de participación, las leyes y los organismos de transparencia, poco a poco se han ido conquistando espacios. Un terreno fértil, un ejercicio que podría significar una verdadera comunicación entre el gobernante y su pueblo es el informe de gobierno, por lo que significa como foro, por su oportunidad de difusión y penetración, porque es una oportunidad única para quien gobierna de mostrarse ante a quienes debería estar representando. Hasta ahora esos espacios siguen desaprovechados y se han convertido en homenajes a los gobernantes en turno. Año con año es exactamente lo mismo, las mismas frases triunfales en los anuncios previos al día del informe, el protocolo del evento, el tipo de invitados, el pequeño grupo de indígenas o niños o campesinos forzados a acudir y rendir tributo al gobernante, aún y cuando lo que menos importa en los informes es rendirle cuentas al pueblo. Los vemos aplaudirse a sí mismos en un acto de total cinismo y desvergüenza, de soberbia desbordada. Pero es que para ellos, de eso se trata, en los informes de gobierno lo que más les importa es demostrar la fuerza, como decían los gobiernos priistas de antaño, mostrar el músculo, demostrar que se tiene a la gente importante de su lado, ya sean representantes del gobierno federal, gobernadores de otros estados, senadores, diputados, liderazgos partidistas, empresarios de renombre, no pueden faltar en la alfombra roja. Durante horas, se enumera una lista interminable, larguísima de “logros” de su administración y se presume, en todos se presume, que se están combatiendo los problemas que “otros” causaron y que tanto lastimaron la confianza del pueblo, ya sea que se refieran a corrupción, despilfarro, pobreza, el gobierno en turno siempre está transformando la realidad, al menos eso dicen. Pocas o ninguna falla se admite, como si pensaran que son perfectos, o semidioses, que controlan toda su administración y que van, incluso por encima de las expectativas de la gente. Pero lo que los informes de gobierno dejan al descubierto es precisamente la distancia, la lejanía entre gobernantes y gobernados. Quienes están en el poder no comparten un lenguaje, mucho menos significados con la gente, con los ciudadanos a los que dicen representar y a los que juraron servir.
Si hiciéramos un sondeo primero de cuántos, qué porcentaje de sus representados atestiguan el informe de gobierno, nos daríamos cuenta de que muy pocos. De los que tienen acceso a él a través de los medios de comunicación, cuántos prestaron atención, cuántos escucharon lo que esperaban de su gobernante, cuántos valoraron el ejercicio en sentido positivo, si eso importara un poco, estos eventos ya no se realizarían, no en el mismo formato. La pandemia con sus limitantes de contacto social, pudo ser una oportunidad de oro para innovar, para dejar de gastar en el ego del gobernante y rendir cuentas de forma real, pero no ha sido así. No importa el partido o el nivel de gobierno, sigue siendo un culto, el día del gobernante, no un informe real. No hablan con el pueblo y por ende, no pueden hablar a nombre del pueblo. Se les va el tiempo, los periodos gubernamentales avanzan y los gobernantes parecen mas preocupados por crear una imagen de ellos mismos, una buena imagen que venderle al pueblo, que en realmente construir una relación con los ciudadanos. Esto va más allá de una estrategia de comunicación social, ni el mejor escritor de discursos, ni el mejor orador, podría sopesar el vacío que hay en gobiernos que no se preocupan y ocupan de su gente. Es tiempo de que los gobernantes entiendan que, si quieren garantizar un espacio para su partido político, escalar peldaños en su carrera política o consolidar su movimiento político, tienen que voltear a la gente, como dije la semana pasada comenzar a escucharlos, atenderlos y a hablarles de frente. Si quieren seguir en el engaño de que lo han hecho bien, no verán lo que les falta por hacer y estarán desperdiciando uno de los más grandes honores que un ciudadano puede tener, servir a su gente.