Los usuarios de plataformas como Facebook, Twitter e Instagram, dejaron de lado la sorna y el humor negro de los memes para convertirlas en herramientas a través de las cuales alertaron sobre inmuebles dañados, situaciones de riesgo y, fundamentalmente, en la punta de lanza para organizar el acopio y la distribución de víveres, así como las tareas de voluntariado. Desde mapas de zonas afectadas y ubicaciones de albergues hasta apps en las que expertos ofrecieron ayuda para revisar grietas en muros. Las iniciativas fueron muy diversas, pero construidas bajo un solo propósito: sumar esfuerzos para ayudar a otros. Incluso, las redes sirvieron para hacer notar que existían otras localidades seriamente afectadas por el terremoto, como el pueblo de San Gregorio, en Xochimilco, que en un primer momento pasaron inadvertidas ante la emergencia en la CDMX. También se convirtieron en un foro que permitió a los ciudadanos expresar su dolor ante la tragedia, celebrar el heroísmo de decenas de rescatistas que se volcaron a las calles y compartir mensajes solidarios en los que destacaron el espíritu de los mexicanos para sobreponerse a la devastación con etiquetas como #FuerzaMéxico y #AyudaCDMX. Pero la manifestación más clara -e insospechada- de su poder quedó de manifiesto al gestar el reclamo ciudadano que forzó a los partidos políticos a ceder parte de sus prerrogativas a los damnificados y las tareas de reconstrucción. -- Reforma