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06:24 jueves 4 julio, 2019
PLUMAS NACIONALESEditorial EL UNIVERSAL / La insignificancia de Gobernación Lo que observamos hoy es el duro tránsito de la supremacía a la insignificancia, de la omnipotencia a la impotencia. A partir de 1940, la Secretaría de Gobernación desplazó a la de Guerra y Marina como el núcleo desde el que se irradiaba y se imponía el poder presidencial. Miguel Alemán Valdez brincó de allí a la candidatura presidencial del nuevo partido, el PRI. Gobernación era la plataforma hacia Los Pinos; de allí salieron todos los presidentes de la República de 1946 a 1976, excepto Adolfo López Mateos (1958-1962), que era el secretario del Trabajo y Previsión Social. Eran otros tiempos y a lo largo de varias décadas despacharon en el palacio de los Covián lo mismo políticos astutos y autoritarios, como Gustavo Díaz Ordaz, que de gran talento, como Jesús Reyes Heroles; funcionarios eficaces, como Mario Moya Palencia, y operadores duros, como Manuel Bartlett. El secretario de Gobernación era el jefe del gabinete. Sus atribuciones eran enormes, desde Gobernación se conducía la política interior, esto es, las relaciones del Poder Ejecutivo con los otros poderes, subordinados entonces: el Legislativo y el Judicial y, al mismo tiempo se definía la política de comunicación social: PIPSA permitía un control férreo a los medios impresos y las concesiones de radio y televisión constituían una discreta advertencia sobre los límites de su ejercicio periodístico. Sus titulares parecían titanes, daban “línea” a los jefes del control político en ambas cámaras del Congreso de la Unión y a los gobernadores y su influencia se expandía al sector privado y a la academia. Allí se operaba la desaparición de poderes de los gobernadores notoriamente ineptos o repudiados, se promovían carreras políticas y se silenciaba a los opositores. De Gobernación dependían los dos organismos de inteligencia civil del Estado: la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la de Investigaciones Políticas y Sociales (IPS). La DFS fue pervirtiéndose hasta convertirse, en los años 80, en protectora de organizaciones criminales. Pero con Salinas empezó su debilitamiento; después de haber operado El Quinazo fue perdiendo poderes. El Cisen —organismo que reemplazó a la DFS y a IPS— reportaba a Los Pinos; desapareció la subsecretaría de Comunicación Social de Gobernación y sus funciones se trasladaron a la Presidencia de la República. En el sexenio pasado, con Miguel Osorio Chong, hubo un breve intento de restablecer sus viejas atribuciones, incluso más al hacerla responsable de la seguridad pública. Sin embargo, se durmió en sus laureles y las complicidades desde Bucareli con la “generación podrida” pareció la retribución por los apoyos clandestinos a la campaña presidencial de 2012 y al tricolor. Hoy la Segob no es sino una pálida sombra de lo que fue, ha sido despojada de sus principales responsabilidades y organismos: el Centro Nacional de Inteligencia (antes Cisen), ahora le reporta a Alfonso Durazo. Mientras Gobernación languidece, su titular, Olga Sánchez Cordero, pierde una a una sus batallas ante la sapiencia incontrastable del presidente. La recién creada Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana recibió la Coordinación de Protección Civil, el sistema penitenciario federal y el Centro Nacional de Desastres; formalmente, tendrá a su cargo la Guardia Nacional, aunque su integración y mando son militares. En el desorden administrativo que caracteriza a este gobierno, hasta el Instituto Nacional de Migración —un organismo que ha transitado de la protección a la persecución de los migrantes, como lo expresa el reemplazo de Tonatiuh Guillén por Francisco Garduño— le reporta al canciller y la relación con las iglesias se define en Palacio Nacional mientras la laicidad se extravía. ¿Qué le queda a Gobernación? Claro, no es un caso de excepción. Un presidente omnipotente y omnipresente desdibuja a todos los miembros del gabinete. Despojada de sus principales recursos jurídicos, políticos y simbólicos, la Secretaría de Gobernación languidece. El nuevo diseño gubernamental —un verdadero desbarajuste— reduce las capacidades del Estado para garantizar la gobernabilidad. Pronto lo aprenderá, pero ¿a qué costo? OPINIÓN / Frente Nacional por un país de leyes “Este proceso no tiene retorno, ni un paso atrás, nada de titubeos o medias tintas… a más tardar en diciembre quedarán construidas las bases para la transformación política de México” (1° de julio, Andrés Manuel López Obrador). Por si alguien tenía dudas o guardaba alguna esperanza de que AMLO recapacite, escuche otras opiniones y “entre en razón”, o que “alguien de confianza” le diga la verdad sobre el efecto negativo de sus decisiones y reconsidere el rumbo en que está llevando al país, este lunes dejó claro que no solo no modificará, sino que profundizará sus acciones arbitrarias sin respetar el Estado de Derecho. Seguirá actuando como el “hombre todopoderoso” que el destino colocó allí, en la “Presidencia Imperial”, para la que estaba llamado por designio histórico. No desperdiciará la oportunidad para buscar someter a todos los que se opongan a sus decisiones, mediante el discurso de la lucha contra la corrupción, acusándolos de ser parte de la “mafia del poder”, de ser conservadores que recurren “al sabotaje legal” tan solo porque hacen uso de recursos judiciales para evitar el despilfarro oficial. Continuarán sus ataques a los medios de comunicación que lo critiquen. El evento del Zócalo capitalino es un monumento al autoelogio y al culto a su personalidad. En este acto, al refrendar que para él las cosas van bien, dejó claro que si las instituciones se le oponen recurrirá a la plaza pública para descalificarlas y “consultar” y “escuchar” de la gente el “sí” que desea oír para que se haga su voluntad, aunque las Cámaras o el Poder Judicial, las leyes y la Constitución establezcan otra cosa; aunque los partidos opositores, organizaciones de la sociedad civil y empresarios expresen un punto de vista diferente. Y si no se alinean con lo que quiere, recurrirá “a la gente” para que, a mano alzada, confronte a las instituciones, las desconozca y hasta convoque a un nuevo congreso que elabore una Constitución a su modo. Nuestras libertades, el Estado de Derecho, la democracia, todas las instituciones y la República misma, están en peligro. No estamos ante un gobernante liberal, demócrata, ni mucho menos de izquierda, sino de derecha neoliberal. No pretendo ser catastrofista, sino realista. Estoy convencido de que la mejor manera de enfrentar al autócrata es construyendo un amplio frente opositor, que lo obligue a moderarse, a frenarse y a que entienda que no manda ni se manda solo en un país de leyes, plural y democrático. Por eso es imperiosa la más amplia unidad de liberales, progresistas, demócratas, socialdemócratas e izquierdas en un solo torrente. Ya sea en un partido de amplio espectro quienes así lo decidan; o en una coalición frentista, todos los que no queremos la regresión autoritaria. Hace unos días se presentó la plataforma “Futuro 21” cuyo propósito es sumar capacidades para forjar una mayoría en la Cámara de Diputados en 2021. En ella se han dado cita el PRD y organizaciones que solicitaron registro ante el INE. Es un esfuerzo donde pueden caber muchas más fuerzas, y convencidos de la necesidad de un cambio urgente, como aquellos priistas que se oponen a que su partido sea satélite de Morena, y de quienes, sin pertenecer a partido alguno, quieran sumar voluntades desde la sociedad civil. También, el pasado domingo se efectuaron marchas —convocadas por organizaciones sociales— en decenas de ciudades para protestar contra las decisiones autoritarias del Presidente. Igualmente, se dio a conocer la convocatoria de un grupo ciudadano amplio: “Enlace por México”, llamando a actuar para exigir el sometimiento del primer mandatario al imperio de la ley. Todos estos esfuerzos son necesarios para enfrentar el retroceso histórico en curso. Como mexicanos, debemos sumarnos sin sectarismos, dogmatismos ni prejuicios ideológicos, por encima de cualesquiera militancias. Por delante está el interés de México. La decisión es hoy porque quizá no haya mañana. Frentes Políticos 1. Razones válidas. De no creerse las prácticas en la guardería Aprendiendo a crecer, en Puebla. Las maestras sometían a los niños a escuchar un audio de La Llorona para mantenerlos quietos. La indignación es generalizada. Una de las madres reconoció a su hijo en el video que circula en redes sociales y apuntó que se trataba de la maestra Elsa. La difusión del maltrato sicológico en la estancia infantil de San Francisco Totimehuacán espantó a las profesoras, quienes desarmaron su negocio en horas y desaparecieron con la documentación de los menores y con los pagos del mes que inicia. Es grave la falta de ética. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, canceló los apoyos a esas guarderías por sus malos manejos. Qué ejemplo más claro le da la razón. Y sólo es cuestión de rascarle un poco. 2. Día crucial. El miércoles sirvió para alzar la voz. Policías federales pararon por horas las calles de la Ciudad de México, denunciaron la disminución de sueldos y que los obligaron a firmar su baja para pertenecer a una nueva corporación. Argumentan que nadie les avisó que formarían parte de este nuevo organismo y reclaman a sus nuevos mandos el pago de bono de operatividad para quienes están desplegados en el combate al crimen organizado. Por desgracia, la mesa de diálogo entre policías federales y Ricardo Mejía, subsecretario de Seguridad Pública, no alcanzó acuerdos, tras lo cual los uniformados ratificaron que hoy jueves realizarán un paro nacional a partir de las 9:00 horas. Prueba de fuego para Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana: que nazca sin más contratiempos la Guardia Nacional. Primero, orden en casa. 3. Buenas intenciones. El diputado Mario Delgado presentó una iniciativa que plantea la creación de un nuevo organismo que garantice el acceso universal a servicios de salud de calidad y medicamentos gratuitos y explicó que sustituiría a la Comisión Nacional de Protección Social en Salud y al Seguro Popular, creados en 2003. Señaló que el Seguro Popular no cuenta con infraestructura ni personal médico, por eso sólo atiende un número limitado de padecimientos e intervenciones, lo que vulnera el acceso real al goce de la salud. Primero garanticen medicamentos, doten de camas a los hospitales y denles una limpiadita. Dignifíquenlos. Después… hablamos. 4. Malas palabras. Pregunta el diputado Jorge Gaviño, líder de la bancada del PRD en San Lázaro: ¿Creen ustedes que el Congreso de la CDMX es honorable cuando su presidente dicta línea de esta manera a los diputados del Grupo Parlamentario de Morena? El florido lenguaje del presidente de la Mesa Directiva del Congreso de la Ciudad de México, Jesús Martín del Campo, salió a relucir cuando se votaba un punto de acuerdo de la bancada del PRD para solicitar al gobierno capitalino informe sobre el convenio de colaboración con la Guardia Nacional. Textual: “Álcenla, pinches pendejos, por la negativa, hijos de su pinche, p*** madre, pendejetes…”, se escuchó en una murmuración que quedó grabada como parte de la sesión. ¿México merece este nivel en sus representantes? Qué jodidez. 5. Ay nomás, humildemente. Mientras a algunos gobernadores se les complican las cuentas, a Mauricio Vila Dosal no lo abandona la buena racha. Gracias a la disciplina financiera, la activa participación ciudadana y la rendición de cuentas que impulsa el gobernador, Yucatán se ubicó en los tres primeros lugares del ranking nacional en el Índice de Transparencia, con la calificación más alta que ha obtenido el estado. Obtuvieron una calificación de 95.48, 16.08 puntos encima de la media nacional, al igual que Sonora, y sólo por debajo de Querétaro, con 98.15, y el Estado de México, con 99.25 unidades. Deben sentirse satisfechos; no hay fórmulas mágicas: presentar información fiscal y financiera de calidad. Esta semana, Vila presentó la iniciativa “Yucatán seguro”, ahora esto. Mañana, sin duda, habrá buenas noticias para los yucatecos. Están enrachados. Bitácora del director / El rosa hay que cambiar Junto a la entrada del Palacio del Ayuntamiento se levantan unas enormes letras: una ce, una de, una eme y una equis. Durante mucho tiempo, casi un sexenio, las dos primeras letras estaban pintadas de negro y las otras dos, de rosa. Cada vez que pasaba por ahí, rumbo a la estación Zócalo del Metro, Alicia las admiraba y no pocas veces se tomó una selfie frente a ellas, con la Catedral al fondo y la enorme bandera meciéndose al viento. Pero, un buen día, Alicia vio a tres hombres en overol alrededor de la eme y de la equis. Encontró muy extraño el asunto y se acercó a observarlos. En ese preciso momento, oyó que uno de ellos decía: —¡Ten cuidado, güey! ¡No me salpiques de pintura! De pronto, los hombres notaron que Alicia estaba junto a ellos, observándolos. —¿Podrían decirme ustedes –preguntó Alicia tímidamente– por qué están pintando esas letras? Dos de ellos no dijeron nada, pero el tercero empezó a decir en voz baja: —Es de que la jefa dice que el rosa ya no rifa y ahora todo lo que está pintado de rosa será verde. Por eso, señorita, las estamos cambiando de color: para acabar con el régimen de corrupción. Y así, todo lo que alguna vez fue rosa se volvió verde. Claro, tanta pintura tenía su costo. Pero eso, la jefa lo tenía fríamente calculado y dispuso que se ahorrara 44% en fotocopias y el dinero recuperado se destinara al cambio de color. Desde la ventana no blindada de su oficina, la jefa miraba complacida cómo el rosa del antiguo régimen corrupto se iba volviendo verde esperanza. “Algo más tenemos que hacer en la Ciudad Maravillas”, dijo entonces a sus colaboradores. “Eso no puede ser suficiente. Debemos trabajar más”. “Ya sé”, dijo su geek de cabecera. “¿Por qué no ponemos tu foto y tu biografía en la parte más alta de la página web de tu gobierno?”. “Oye, ¿pero eso será legal?”, quiso saber la jefa. “No preguntes si es legal, sino si es justo”. “¿Y no será muy frívolo?”, repuso ella. “Acuérdate que yo no debo ser frívola, la gente votó por mí para hacer transformaciones profundas, no para simular”. “Ay, jefa”, dijo el geek, dándole un ligero piquete en el abdomen. “Si es por la gente que te lo estoy diciendo. Tiene derecho a saber quién eres”. “Pero la gente entra en la página web para hacer trámites, como pagar el predial, la tenencia y el agua. ¿No será muy confuso ver mi fotota ahí? “Jefa, ya me estás haciendo enojar”, refunfuñó el geek, poniéndose muy serio. “Seamos francos: a ti no te ubica casi nadie. ¿Cómo vas a estar lista para 2024 con esos niveles de conocimiento? Además, tu gobierno es unipersonal, no tiene nada de malo enfatizar que tú eres la jefa, ¿o sí?”. “Ya me estabas convenciendo, pero abrí las páginas web de otros gobiernos… y no sale el gobernador. Mira, aquí está la de Jalisco, la del Edomex, la de Tamaulipas… ¿Qué dirán de mí?” El geek se encogió de hombros, tomó aire y dio un paso hacia la jefa. “A ver –le susurró al oído–, ¿quién es la favorita de allá enfrente? ¿Tú o Cabeza de Vaca? ¿Y cómo le hizo aquél para que lo conociera 98% de los súbitos? ¿Acaso tú tienes tiempo de recorrer el país? ¡A él le llevó 18 años! Y, además, a ti eso de la plaza, pues no se te da…” “Tienes razón, geek. Pon mi foto”. Abajo, en la calle, cuando Alicia se conectó a la red gratuita de Ciudad Maravillas para subir su selfie frente a las letras verdes, lo primero que apareció en la pantalla de su celular fue la foto de la jefa.