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Ya son diversos los estudios que han confirmado que a nuestro cerebro le resulta difícil cambiar la atención entre tareas, la mayoría de las veces parte de nuestra atención se mantiene enfocada en la tarea interrumpida y no cambia por completo a la demanda de interrupción
00:06 viernes 10 julio, 2020
ColaboradoresYa son diversos los estudios que han confirmado que a nuestro cerebro le resulta difícil cambiar la atención entre tareas, la mayoría de las veces parte de nuestra atención se mantiene enfocada en la tarea interrumpida y no cambia por completo a la demanda de interrupción, con lo que nuestro cerebro almacena lo que se le llama un residuo de atención, esto sucede porque tenemos una necesidad fundamental de completar la tarea que hace que cambiar nuestra atención sea bastante difícil de ejecutar para el cerebro. Entre otras palabras, ante una interrupción los seres humanos nos aferramos al trabajo incompleto en lugar de dejarlo de lado, incluso, cuando es necesario un cambio de enfoque. Si bien podemos pensar que nuestra atención se ha movido a la siguiente tarea, en realidad no lo ha hecho, al menos no del todo y aún así queda un residuo cognitivo, en consecuencia, realizamos tareas de interrupción con solo una parte de nuestros recursos cognitivos y por eso, corremos el riesgo de no utilizarlos de manera correcta. Entonces, ¿Estamos siempre en riesgo de experimentar residuos de atención cuando nos interrumpen? ¿Existen condiciones que pueden aumentar ese riesgo?, ¿Hay algo que podamos hacer para evitar estos residuos de atención y así poder minimizar el riesgo de bajo rendimiento en las tareas de interrupción? En este sentido, Harvard, la prestigiada Universidad norteamericana nos demuestra que ser interrumpido es especialmente difícil cuando anticipamos a enfrentar la presión del tiempo al reanudar el trabajo interrumpido, en el estudio, los participantes comenzaron a trabajar con una primera tarea, la tarea “A”, cinco minutos después los organizadores interrumpieron a los participantes sin previo aviso, pidiéndoles que detuvieran su trabajo incompleto para cambiar a otra tarea: la tarea “B”, es decir, la tarea de interrupción, después de esto se dividió a los participantes en dos grupos, a un colectivo se les dijo que tendrían mucho tiempo para terminar esa tarea más tarde mientras que al otro le dijeron que no tendrían tanto tiempo. Los participantes que pensaban que experimentaban presión de tiempo cuando regresaran a la tarea “A” mostraron altos niveles de residuos de atención y disminuciones significativas de rendimiento, de hecho, las personas no procesaron la información con cuidado, no notaron errores y cuando se les pidió que tomaran una decisión basada en la información recuperada tenían menos probabilidades de identificar la solución óptima. Por el contrario, cuando los participantes sabían que tendrían mucho tiempo para completar la tarea interrumpida, alejarse de ella fue menos difícil, de modo que no experimentaron residuos de atención y se desempeñaron en niveles más altos, en la demanda de interrupción, por lo tanto, del estudio se deduce que los residuos de atención bajan cuando sabemos que podemos completar la tarea más tarde. Si bien los resultados brindan cierta esperanza acerca de la reducción de la presión del tiempo y que pueda disminuir el residuo del estado de tensión debemos moderar esta esperanza dado que las organizaciones y trabajadores de hoy conviven diariamente con deadlines cortísimos, por lo tanto, la pregunta que subyace es: ¿Estamos condenados a estar en un constante estado de residuo de atención o existe una salida? Precisamente de este tema seguiremos comentando la siguiente semana. Twitter: @AndradeO77