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La mexicana, que llegó a semis del Abierto de Acapulco, dijo que sus horas bajas fueron por problemas de anorexia
11:33 domingo 8 marzo, 2020
Deporte Nacional e InternacionalJuego, set, partido”, decía el juez de silla mientras Renata Zarazúa levantaba los brazos y volteaba a ver hacia el cielo, agradeciendo la más grande de sus glorias después de cientos de tropiezos. Acto seguido, caminaba hacía la red con una sonrisa, una mano en la frente y la mirada fija en su hermano Patricio. Despidió a su rival, Tamara Zidansek, y corrió a abrazar a su familia, aún incrédula de que se convertía en la primera y única mexicana en toda la historia en acceder a semifinales en el Abierto Mexicano de Tenis.
"Fue algo que nunca había vivido, fue mucha energía, mucha adrenalina, no podía ni dormir durante esa semana. Separar todo fue complicado, era la primera vez que tenía tanta atención, entonces fue un poco difícil, pero padre, porque tienes que vivir el momento porque nunca sabes cuántas veces te va a pasar esto”. El apellido Zarazúa dictó el destino de Renata y su relación con el tenis inició mucho antes de que ella siquiera naciera. Su tío abuelo, Vicente Zarazúa, fue pieza fundamental en el equipo mexicano de Copa Davis de 1968 a 1975; fue pareja de los más grandes mexicanos de toda la historia: Rafael Osuna (finales de los 60) y Raúl Ramírez (principios de los 70). Mi tío abuelo Chente me fue a ver (a Acapulco), creo que fue la primera vez que me veía jugar. Estoy muy contenta y supongo que él también lo está, porque nunca nos ha pasado que coincidamos en una cancha y vivir momentos tenísticos es algo muy bonito”, externó la joven de 22 años, quien además siente que, de cierta forma, Vicente le ha pasado la estafeta en el tenis.
La familia de Renata ha sido fundamental en su desarrollo, desde que empezó a jugar en el club Atlas Colomos, hasta que se unió a su hermano Patricio en la academia de Leo Lavalle en Estados Unidos. Pero su familia, o más bien la falta de ella y la lejanía, también es una de las razones por las cuales Rena sufrió el más duro revés en su vida. Creo que el obstáculo más complicado que he tenido fue hace como cuatro años cuando tuve un problema de anorexia. Me metieron a un hospital y me costó como ocho meses... no podía salir de eso”.
El tenis pasó a segundo plano y luchar por la vida se convirtió en la prioridad. Empecé a sentir mucha presión cuando me fui a vivir a Estados Unidos. Cuando te entran los nervios te agarras de algo, para mí fue eso. Fue un problema en mi familia, todos nos separamos porque fue un momento de los peores en mi vida, pero me enseñó muchísimo. Fueron momentos duros, sobre todo para mi hermano, creo que él la pasó muy mal, pero juntos salimos”.
Entonces una adolescente, Renata trabajo física, psicológica y emocionalmente para librar aquella batalla y lo consiguió, de la mano de su familia, sólo para obtener el mayor aprendizaje. Creo que después de eso salí muy fuerte, si me vuelve a pasar algo difícil, sólo recuerdo eso y sé que puedo salir de cualquier otra cosa. A veces siento que la presión te lleva por distintas maneras, he tenido caídas otra vez, pero, gracias a Dios, los últimos dos años he estado muy bien”.
Y es que estos últimos años las cosas cambiaron en casa de los Zarazúa y ahora viven los cuatro integrantes del núcleo familiar en Florida, Estados Unidos. Creo que el estar cerca de la familia es lo que más me ha ayudado, porque ellos me han apoyado incondicionalmente”.
La cercanía es tal que ahora Pato, su hermano mayor, convenció a Renata de alejarse de los viejos hábitos y rutinas de entrenamiento para empezar de cero. En noviembre de 2019, la capitalina empezó a trabajar con el extenista Hugo Armando como entrenador, incorporó a su equipo a un nutriólogo y un preparador físico, pero, lo más importante, incorporó a Pato como entrenador y la acompañaría a todos los viajes. Pato vino conmigo, fue directo, honesto, me dijo lo que necesitaba para dar un paso más y lo que de verdad estaba haciendo mal y lo que necesitaba quitar de mi vida. Nunca había tenido una pretemporada en la que tuviera a mi entrenador, a mi físico, algo más planeado, un poco más profesional. Hugo es muy positivo, muy feliz, él me brinda mucha calma. Creo que Hugo y mi hermano son lo mejor que me ha pasado en la vida como tenista”.
Una cosa llevó a otra y cuando menos se lo imaginó, estaba derrotando a la favorita y primera sembrada, Sloane Stephens, en su camino a las semifinales en Acapulco. En el momento que menos lo esperó estaba acaparando las miradas del público e incluso de algunos tenistas. “El día previo a los cuartos de final, estaba en la bici calentando antes de mi partido y Rafa Nadal me dijo: ‘Mucha suerte’. Después, cuando gané, él estaba en el gimnasio calentando para su partido, y me dijo que felicidades y me terminó dando dos boletos para su players box; al final fuimos a verlo y fue increíble”. Renata llegó a Acapulco desapercibida y la mexicana se fue del puerto como figura, ovacionada en el restaurante cada vez que llegaba a desayunar, firmando autógrafos de niñas que la esperaban durante horas en el lobby del hotel. Zarazúa dejó el Abierto acapulqueño recordando el largo camino recorrido y los altibajos que la han llevado a vivir el mejor de los sueños y frente a su propia gente.
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Excelsior