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José Luis Ortíz
23:32 domingo 5 noviembre, 2017
PERFIL EDUCATIVOEn la era de la economía del conocimiento, es indudable que el mayor activo con el que puede contar una nación es la educación, ya que es la fuerza motriz para la prosperidad, tal como se desprende de la frase de John F. Kennedy citada al inicio de este artículo. Es indudable que los resultados mostrados por los diversos órganos de evaluación educativa, tanto nacionales como internacionales, han mostrado un fracaso del sistema educativo nacional, que no ha sabido dar respuesta a las necesidades de la población de desarrollar el potencial humano y las competencias para afrontar los retos de la nueva realidad que estamos viviendo y las realidades que nos depara el futuro. Los niveles elementales de la educación son indudablemente los más importantes: tanto por la mayor cobertura, como por la transcendencia que reviste una formación básica de calidad que constituya las raíces de la formación del Pueblo de México. Muchos compatriotas posiblemente no tengan la oportunidad de acceder a la educación superior, pero con las competencias necesarias para valerse por ellos mismos, para aprender por cuenta propia y adaptarse a un mundo cada vez más complejo y cambiante, etc. se encontrarían en una mejor situación para lograr su realización plena, tanto personal como laboral. Los profesores de estos niveles deben estar comprometidos, motivados, con la conciencia plena de su sentido existencial de dedicarse a la tarea más importante del ser humano: la de formar. En varios países del mundo, se han enfrentado con problemas similares y se han aplicado diversas estrategias con respecto a su financiamiento para incrementar recursos de las escuelas y la calidad de los servicios educativos que ofrecen. Milton Friedman -Premio Nobel en Economía en 1976- publicó en 1955 su propuesta del bono educativo. Sin embargo fue hasta 1992 cuando el entonces Gobernador de Wisconsin decidió aplicarla por primera vez, a manera de prueba, en un pequeño condado de Milwaukee en las escuelas de educación elemental. Los resultados obtenidos con esta experiencia eran previsibles y contundentes: las escuelas cambiaron sus apariencias de edificios vetustos y descuidados a una nueva fisonomía en la que desaparecieron los grafitis y lucían limpias, ordenadas y remodeladas. Pero lo más importante es que se observaron cambios en el comportamiento del personal y los profesores: empezaron a llegar temprano, preparaban sus clases, interactuaban con los padres de familia, etc. En fin, la transformación fue sorprendente. El cambio se debió a la idea de Friedman que consiste en que el gobierno deje de subsidiar a las escuelas, es decir, que deje de pagar de forma directa el cheque quincenal a los profesores, empleados y directivos y no se destinen presupuestos para el mantenimiento, infraestructura y otros gastos de operación, sino que crear un sistema de bonos, que en realidad son cheques que se entregan directamente a los padres de los alumnos para que ellos paguen la colegiatura en las escuelas de su libre elección. Estos bonos solamente podrían ser válidos en colegios y no se podían transferir a otros alumnos. Algunos de los rasgos fundamentales de este sistema de financiamiento de la educación son: 1. El Estado sigue subsidiando a la educación, pero los recursos no se asignan a la oferta (las escuelas) sino a la demanda (los alumnos). Cada mes, semestre o año, el alumno o padre de familia va al banco para recoger su bono para pagar la colegiatura.
2. La educación continúa siendo gratuita, pues a pesar de que los alumnos pagan, ese dinero no sale de su bolsillo, sino del subsidio que el gobierno da directamente al alumno o al padre de familia.
3. El alumno o padre de familia son libres de elegir la escuela de su preferencia. Si no les agradan los servicios del plantel, pueden cambiar de escuela. Es un sistema de premios y castigos, de oferta y demanda. En caso de elegir una escuela privada, el cheque o bono educativo cubre una parte proporcional de su colegiatura y el padre de familia deberá cubrir el resto.
4. Se requiere de una evaluación permanente y transparente tanto de las escuelas, como de los alumnos y para que los padres de familia tengan la información necesaria para hacer su elección.
5. La escuela pública ya no recibe en su totalidad dinero directo del gobierno, sino de los propios estudiantes. Se trata pues, de un subsidio indirecto, de tal suerte que la escuela sabe que sus ingresos dependen de la cantidad de alumnos que pueda conquistar y retener. Si tiene muchos alumnos, tendrá más recursos.
6. Las escuelas cuentan con el total derecho de contratar o despedir personal, así como de dictar sus propias políticas de seguros, salud, etc.
7. La organización interna para la toma de decisiones queda al criterio absoluto de los profesores. Podían organizarse como cooperativa, como sociedad anónima, etc. Este sistema permite eliminar la administración centralizada del Estado y la creación de un mercado competitivo en la educación. Si se establece el monto del bono de acuerdo al nivel educativo y desempeño de los alumnos, manteniendo un mínimo que garantice la obligatoriedad de la educación básica, se estarían estimulando elevados niveles de aprovechamiento mediante montos más elevados a los buenos estudiantes, con accesos que pudieran ser incluso gratuitos, a los centros educativos de excelencia. De esta forma se promueve una cultura de calidad y un círculo virtuoso: alto desempeño, mejores escuelas, mejor calidad educativa, mejor calidad de vida. Existen funcionando esquemas similares de financiamiento en varios países del mundo, con las modalidades propias que cada nación ha ido adaptando. En España, específicamente en la Comunidad Valenciana, se ha utilizado para los niveles preescolar y primario en escuelas concertadas de carácter privado, en los que los padres de familia inscriben a sus hijos con esta subvención estatal. En Suecia, este sistema se aplica para toda la educación primaria y secundaria y ha generado un cambio revolucionario a nivel de la demanda y la oferta educativa. Chile ha sido uno de los países latinoamericanos que ha asombrado al mundo con su política económica, imitada por muchas naciones -entre ellas México- en su sistema de pensiones privadas, como en el caso del bono educativo, cuya ejecución se ha visto afectada por la entrada y salida del poder de diversas corrientes políticas. Colombia lo ha utilizado principalmente porque los recursos destinados a la enseñanza secundaria no estaban llegando a todos los poblados de la nación y buscaron nuevos modelos más eficaces y eficientes de distribución presupuestal. En nuestro país, este tema no es nuevo y existen varios autores y legisladores que han insistido en las bondades de este sistema de financiamiento, a la vez de un medio para mejorar la calidad educativa, sustentado en la competitividad de las instituciones públicas y privadas por un mercado cuyos clientes lógicamente buscarán la mejor relación beneficio/costo. Roberto Salinas León, Adolfo Gutiérrez Chávez, Erick Guerrero Rosas, Ricardo Salinas Pliego, Juan de Dios Castro Muñoz, y otros, quienes han afirmado en diversas ocasiones el carácter impostergable de una Reforma Educativa de fondo, no solamente laboral. Con el bono educativo se lograrían dos objetivos: uno fiscal y otro personal. En el primer caso se lograría detener de una forma importante el derroche en el gasto educativo; y por el otro lado se dotaría a los padres de familia y a los educandos de la libertad de elegir las escuelas que les parezcan más convenientes para su futuro. La tesis es que el efecto neto de esta ecuación sería mejorar la calidad de la oferta educativa, y por lo tanto, a la larga, del nivel de bienestar de la sociedad. Una de las consecuencias esperadas más importantes sería que los padres se involucren más en la educación de sus hijos, toda vez que adquieren el derecho de elegir, y seguramente estarán muy interesados en que su decisión sea la más acertada. La actitud de los alumnos mejora, y los progresos académicos no tardan en aparecer. Las escuelas comprobarían también que las cosas no pueden continuar funcionando igual, que si no mejoran, paulatinamente se verán disminuidos sus recursos. Y muy probablemente se verán forzadas a reducir su gasto de gestión al mínimo, para poder destinar mayor esfuerzo y recursos a la educación efectiva. Con el bono educativo, podremos esperar una mayor calidad en la oferta educativa y como consecuencia la posibilidad de tener en México el sistema educativo de excelencia que reclama la sociedad para sus jóvenes en formación, cuya evolución pueda producir el cambio que nuestro país demanda, hacia un mejor futuro para nuestros hijos.