Vínculo copiado
El doctor Patán ha decidido unirse al grito rebelde de Palacio Nacional y exigir que cese...
00:03 sábado 12 agosto, 2023
ColaboradoresEl doctor Patán ha decidido unirse al grito rebelde de Palacio Nacional y exigir que cese, pero ya, esa forma de violencia. No es motivo de burla... Ningún Presidente, repito: ninguno, ni aquí ni en lugar alguno, ha sufrido los grados de violencia discriminadora que ha sufrido el nuestro. El conservadurismo, desesperado, no tiene límites. Nuestro Presidente es de origen español, pero los neoliberales se las arreglan para tratarlo como si fuera un esclavo africano traído en cadenas. Nuestro Presidente viene de una familia de comerciantes y vive en Palacio Nacional, pero los sepulcros blanqueados se encargan de tratarlo como si fuera un indígena de la zona más pobre de la Tarahumara. Sí: nuestra cabecita blanca ha sufrido el raci-racismo en sus manifestaciones más brutales. Y no solo el raci-clasismo. Me atrevo a decir que casi no hay forma de la discriminación que no le haya sido infligida. O sea: apenas ha librado la homofobia, y eso es porque no hay manera de poner en duda una carga semejante de testosterona, una virilidad tan a prueba de balas. Pero ahí tienen la gordofobia, por ejemplo, o –a ver si me echan la mano con el nombre– el tipo de discriminación que tiene que ver con los zapatos manchados de atole y los déficits en la depilación. Bien, ahora sabemos que a todas esas formas de la discriminación se suma la violencia de género o, para usar esa expresión contundente que acuñó el otro día cuando, heroico, decidió gritar “¡basta!”: “violación de género” (nuestro Presidente es un genio hasta para los actos fallidos). El doctor Patán ha decidido unirse al grito rebelde de Palacio Nacional y exigir que cese, pero ya, esa forma de violencia. No es motivo de burla, se los digo por experiencia propia. Como el Presidente, aquí su doctor ve rebajada su dignidad, flagelada su autoestima, todos los días, a todas horas. Les dejo solamente algunos ejemplos de la última semana, para que me entiendan. “No, la verdad es que no se te nota el ayuno intermitente. Te digo que no es buena idea romperlo con chetos y Bacardí, pero no escuchas”. “¿Cómo vas a ir en Crocs al radio? No importa que no haya cámara. Es un lugar de trabajo”. “Pésima idea lo del CrossFit. Hasta tu amigo Juan es consciente de la edad que tienen. ¿Por qué no haces taichí, o sales a caminar?”. ¿Me explico? Todo: mi cuerpo, mi trabajo, mi alimentación, es sometido al ácido del desprecio. Resultado: no hay manera de concentrarse. Uno está, 24x7, alerta, a la espera de un nuevo agravio; la vida entera se va en esperar otro latigazo emocional; todos tus sentidos están copados por la hostilidad. Así, escribir esta columna, para no ir más lejos, requirió de un esfuerzo sobrehumano. Bien: si eso le pasa a un humilde doctor, ¿se imaginan el efecto del ataque feminista contra nuestro líder? Así no hay manera de gobernar. ¿Cómo se atreven a exigirle un resultado decente? Basta ya. Por él y por México. Déjenlo trabajar. Dejen soñar a Andrés.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@juliopatan09