En octubre de 1997, ante la magnitud del desastre provocado por el huracán Paulina en Acapulco, el entonces presidente Ernesto Zedillo interrumpió su gira por Alemania y volvió a la Ciudad de México para evaluar el impacto y trasladarse de inmediato a las zonas afectadas. López Obrador era del PRD y junto con su partido demandaban fincar responsabilidades porque “hubo negligencia de las autoridades durante el percance, ineficacia de los sistemas de protección civil e inadecuada infraestructura de servicios básicos para los sectores más desprotegidos del pueblo”. Zedillo se metió en la zona del desastre y, a pesar de los reclamos, se quedó a remover escombros con pala en mano. Los acapulqueños le gritaron enojados de que la ayuda no llegaba al tercer día del desastre. “¿No hay agua?”, preguntó Zedillo a los damnificados. “¡No!”, le respondieron a gritos. “¿No hay ropa?”. “¡No!”. Zedillo no hizo más preguntas, según el relato del periodista José Gil Olmos en una crónica publicada en La Jornada. El gobierno evaluó los daños en Guerrero y Oaxaca hasta donde llegaron las afectaciones a pesar de tratarse de un huracán Categoría 4 y cuyos datos revelaban, al tercer día, 136 muertos, 300 desaparecidos y más de 100 mil casas destruidas; después se sabría de que en total fueron cerca de 400 muertos, 300 mil casas destruidas y más de 100 desaparecidos. El propio Zedillo descubrió cadáveres al remover el lodazal.

El gobierno de Zedillo, sin embargo, tuvo un contrapeso importante, a la sociedad civil organizada y a la Cruz Roja, la cual contrastaba los datos oficiales al asegurar que en realidad habían más de 400 muertos, además de más de 20 mil personas sin hogar, más de mil desaparecidos. ¡Cuánto se extraña a la Cruz Roja tras el paso de Otis y su destrucción nivel 5! De la sociedad civil organizada, Zedillo fue cuestionado, pues sucede que el trabajo coordinador de los voluntarios siempre hace ver rebasada a las autoridades, mucho más cuando estos se pasmas, no actúan o se atrasan pensando las decisiones a tomar como es el caso en el presente y lo cual explica el motivo de impedir la ayuda coordinada.

Zedillo puso a disposición de los afectados la alerta sanitaria, programa de empleo y vivienda temporal. Mientras Zedillo paleaba tierra respondía a las críticas que se hicieron a los programas gubernamentales de prevención de desastres y de pronta asistencia social, así como preguntas que le hacían sobre la asistencia de agrupaciones civiles. “Si traen despensas los particulares, esa es su responsabilidad”, dijo a una doctora en la colonia Emiliano Zapata y celebró la ayuda porque sabía que lo necesitaba. Ya son cinco días del huracán Otis y no hay casi nada de lo que dispuso Zedillo, salvo el valioso Plan DN3.

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UPPERCUT: Ya hay un amparo promovido por el abogado Abraham Cano para la entrega de vivieres en Acapulco y que ninguna autoridad, ni la Guardia Nacional, ni el Ejército, lo pueda impedir. POR ALEJANDRO SÁNCHEZ

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