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Los hechos son claros en Gaza
00:11 sábado 9 agosto, 2025
ColaboradoresPor más que se intente maquillar, justificar o relativizar, lo que ocurre hoy en Gaza es una hambruna planificada. Una estrategia de exterminio. Un castigo colectivo convertido en política de Estado por el gobierno ultraconservador de Benjamín Netanyahu, con la complicidad activa de Estados Unidos y la claudicación vergonzosa del resto del mundo. Lo que presenciamos no es un efecto colateral de la guerra, sino su instrumento. El hambre como arma, la desnutrición como método, la inanición como argumento político.
Los hechos son claros, aunque muchos elijan mirar hacia otro lado: la población civil de Gaza -millones de personas, la mayoría de ellas niños- está siendo cercada, privada de alimentos, agua, atención médica y ayuda humanitaria. Las rutas de abastecimiento están bloqueadas o bajo ataque. La infraestructura está destruida. No hay electricidad, no hay refugios seguros, no hay escapatoria. La muerte, lenta o rápida, es el único horizonte que se les ofrece.
Y mientras esto ocurre, mientras el futuro de un pueblo es anulado con precisión quirúrgica, el mundo asiente. Gobiernos democráticos callan o, peor aún, justifican. Las instituciones internacionales emiten comunicados que ya no conmueven a nadie. Se multiplican las cumbres inútiles, las condenas vacías, las reuniones diplomáticas donde se habla de "proporcionalidad" como si estuviéramos discutiendo reglas de etiqueta y no vidas humanas.
Las imágenes que circulan en redes y medios sobre esta masacre son el testimonio de nuestro fracaso como civilización.
La responsabilidad directa recae, sin duda, en Netanyahu y su gabinete, que han optado por una narrativa política profundamente cruel, inhumana y deshumanizante. Pero también sobre Washington, que financia, provee armas y veta cualquier intento de frenar esta masacre en los foros internacionales. Y, por supuesto, sobre nosotros, el resto, los que decimos que esto "es muy complejo", que "no podemos tomar partido", que "hay violencia de ambos lados", como si la simetría semántica pudiera ocultar la asimetría del horror.
Esto va más allá de israelíes o palestinos. Más allá de judíos o árabes. No se trata de religión, ni siquiera de geopolítica. Esto nos trasciende como humanidad. Estamos presenciando el aniquilamiento sistemático de una sociedad entera. Su infancia, su cultura, sus sueños. Se está borrando su historia con el silencio cómplice de todos nosotros.
Claudicar, en este contexto, no es solo no hacer nada. Es seguir viviendo como si esto no nos afectara. Como si no nos interpelara como especie. Como si el exterminio de otros fuera ajeno a nuestra propia dignidad.
La historia nos ha enseñado -una y otra vez- lo que ocurre cuando el mundo elige no intervenir frente a los crímenes que se disfrazan de política de seguridad. Lo que ocurre cuando el hambre se convierte en táctica de guerra y el silencio, en coautoría. De poco ha servido todo el sufrimiento previo, como especie hemos aprendido bien poco.
Porque el problema no es solo que Netanyahu y sus aliados estén destruyendo Gaza. El verdadero problema es que el mundo entero lo está permitiendo.
POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS