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López Obrador está en guerra contra la coalición opositora, queriendo destruirla antes de las elecciones presidenciales de 2024
00:02 lunes 20 junio, 2022
ColaboradoresLópez Obrador está en guerra contra la coalición opositora, queriendo destruirla antes de las elecciones presidenciales de 2024. Rompiendo con toda norma de civilidad, competencia leal o legal, la acción de AMLO es para destruir lo que considera su enemigo mortal, no un contrincante en la arena política. Las consecuencias y efectos de la perversa guerra del Presidente contra la oposición dejará heridas duraderas y divisivas en la sociedad mexicana. Cuando a los pueblos se les infecta con el virus del odio, para curarse de esa enfermedad toma generaciones. Incluso, aunque no se logra cabalmente el olvido de agravios profundos, por lo menos se aspira a reponer la convivencia civilizada. Convivencia que la polarización destruye. La lógica que incita a López Obrador al promover el odio entre mexicanas y mexicanos se basa en una estrategia de consolidación del poder. Aunque hasta ahora AMLO no ha buscado eliminar físicamente a quienes considera que son sus enemigos por razones de ideología, sí los quiere aniquilar políticamente para que en México reine una única ideología: la suya. Y no acepta espacio alguno para el diálogo con otras ideas, nociones y concepciones divergentes a las suyas. Quiere una sociedad subyugada a su visión del mundo. Los cuestionamientos le asustan. Por eso se siente cómodo haciendo su “performance” en cada mañanera: sabe que tiene frente a sí a sujetos domesticados. Ante el hecho incómodo de encabezar un gobierno que no da buenos resultados y va encaminado a grandes fracasos, prefiere liquidar cualquier oposición antes que rendir cuentas . Y ya encontró el camino. Es el método de la violación de las leyes nacionales sin miramientos ni reparos, además de utilizar todo el poder del Estado, de la fuerza militar y la fuerza del narcotráfico, para imponer a Morena y su candidato a la Presidencia en 2024. Esa es su prioridad. Y cree haber encontrado la fórmula. Será pacíficamente, ganando con votos o será por la fuerza de la violencia y la imposición si no recibe los votos necesarios. Como sea, no piensa perder la elección. La experiencia de cuatro elecciones le marca los retos y las rutas que deberá seguir para imponerse, bien o a la mala, en la prueba de pruebas: la elección presidencial de 2024. En la elección presidencial de 2018, AMLO aprendió que podía ganar jugando con las reglas electorales democráticas aceptadas por todos los actores. Su victoria no fue regateada en ningún momento por sus contrincantes. Con el campo parejo podía ganar. Sin embargo, el resultado de la elección intermedia de 2021 le amargó al Presidente la celebración democrática del 2018. En una competencia relativamente pareja entre Morena y aliados contra la oposición vio que su fuerza política se debilitó con los resultados finales. Aún habiendo retenido la mayoría en la Cámara de Diputados, perdió la mayoría calificada porque perdió curules con relación a la elección de 2018. López Obrador entró a esa elección pensando que el resultado arrojaría un saldo creciente en votos y curules para él y su partido. En vez de ello, recibió un voto de castigo como veredicto popular sobre su mal gobierno. Perdió fuerza en la Cámara de Diputados y perdió la Ciudad de México. Sumados los votos de toda la oposición, fueron casi 2 millones de votos más que los recibidos por Morena y sus aliados. Esa elección no podría haber dejado un peor augurio para Morena hacia el 2024. Abrió la posibilidad real de perder la Presidencia. Para el voto revocatorio de abril 2022, AMLO decidió ensayar una estrategia electoral mucho más agresiva, buscando descalificar los límites de control de las instituciones electorales, el INE y el TEPJF. En ese proceso Morena ensayó el “crowd-bullying”. En masa, desde el Presidente de la República, pasando por los gobernadores y la jefe de Gobierno, militares, policías, legisladores, dirigentes partidistas, funcionarios públicos por millares se unieron y, al unísono, violaron todas las leyes electorales del país. Hasta los narcos participaron con singular alegría: compartir con el Presidente la violación de todas las leyes nacionales es la especialidad de la casa narca. Además, gastaron dinero público y privado a manos llenas sin rendir cuentas sobre el origen y destino de esos recursos. Y, lo más importante, todas esas violaciones a leyes nacionales se hicieron públicamente y ante la vista de todos, para mostrar su absoluta impunidad y, con ello, intimidar a la sociedad. sucede algo parecido a cuando el narco opera junto a tropas del ejército o la Guardia Nacional a plena luz del día. Fue un ensayo para ver si alguna institución constitucional haría algo para impedir sus conductas ilegales. Resulta que su conducta no tuvo absolutamente ningún costo para ninguno de ellos. El Presidente logró lo que quería: intimidar a la sociedad demostrando su total impunidad. Esa conducta ilegal le abre el camino para imponer su voluntad al país entero, con o sin la anuencia popular. Igual como hace el narco, por cierto. Sin embargo, esa elección tuvo un lado negativo para Morena. A pesar de que participó únicamente Morena, sin contrincantes, sus resultados fueron pobres. Para tanto despliegue de fuerza y recursos, sus 15 millones de votos coaccionados resultaron una decepción para el Presidente. Así, no ganará Morena el 2024. La elección más reciente en junio de 2022 tuvo un saldo mixto y de claroscuros. A pesar de que Morena ganó 4 de los 6 estados en competencia, la oposición ganó fuertemente en dos de ellos y casi empata en un tercero. Es decir, la competencia electoral sigue existiendo, a pesar de la misma operación de “crowd-bullying” del gobierno y el partido oficial. Claro, sobre advertencia no puede haber engaño: la conducta ilegal del gobierno y su partido está diseñada para convertirse en norma. Quieren que la sociedad sienta como inevitable la imposición. Detrás de la estrategia electoral del “crowd-bullying” subyace, también, una estrategia de terrorismo social. Es la utilización del terror que el Estado promueve en poblaciones vulnerables. Consiste en la amenaza generalizada de que si la población no vota por Morena, perderán sus prestaciones sociales. La gente, atemorizada y vulnerable por la crisis económica, piensa que podría ser cierta la pérdida de su prestación. Ese terrorismo social le acarrea otro beneficio al gobierno: ante el temor de perderlo todo, la sociedad no se moviliza, como sería normal, para protestar contra la carestía, la inflación y el fenómeno creciente de hambre entre la población, según evaluaciones de INEGI y CONAPO. Y el terrorismo social también se refuerza cuando el Presidente ataca, denigra e insulta a los dirigentes de la oposición constantemente, utilizando para ello el micrófono de la mañanera. El operativo contra el Presidente del PRI es parte de ese esfuerzo por dividir, minimizar y eventualmente destruir la coalición opositora. Todos los recursos del Estado mexicano están siendo empleados en la operación contra la oposición antes de que sea demasiado tarde para Morena y su líder. Y el pueblo piensa: “¿si el líder de un partido es atacado ferozmente por el Presidente y no se defiende, quién me defenderá en caso de necesitarlo?” Es un hecho que la guerra civil de AMLO contra quienes considera sus enemigos mortales es, en realidad, el reconocimiento de que la unión de las organizaciones políticas y sociales opositoras a su gobierno representa una fuerza con capacidad para derrotar la hegemonía morenista y sus pretensiones hacia el 2023 y el 2024. De ahí su política de “crowd-bullying”. POR RICARDO PASCOE [email protected] @rpascoep