Vínculo copiado
La bloqueas a la vista con un puesto tamales fritos y metidos en bolillo, también frito. ¿Sucursal de banco? Quítate que ahí te va el suadero
00:02 martes 22 abril, 2025
ColaboradoresEl Doctor Patán, chilango de hueso colorado, avanzaba por Paseo de la Reforma con una sonrisa. “Ya se nota en mi ciudad la mano de la compañera Clarita”, pensaba su servidor. Sí. En tan poco tiempo, mi Claris logró convertir lo que fue un corredor del privilegio, un desfiladero de impulsos burgueses un vestigio del México pre democracia popular, en un tianguis de Iztapalapa. ¿Que alguien puso una tienda de relojes de alta gama?
La bloqueas a la vista con un puesto tamales fritos y metidos en bolillo, también frito. ¿Sucursal de banco? Quítate que ahí te va el suadero. ¿La entrada de un hotel cinco estrellas? Gorditas de chicharrón. O fruta picada con su Tajín. O Maruchan preparada. Lo único que no vi en mi recorrido fueron micheladas, gomichelas, licuachelas o rotochelas, supongo que por esta buena razón: nos toca educar al pueblo, y educarlo significa también alejarlo del alcohol. La Cuarta es 100% ley seca. Aunque mi recorrido fue en coche, así que igual pasé algo por alto. Mis disculpas si así fue.
Evidentemente, esto no empezó en Reforma. Me permito recordarles que el mandato de la compañera Clara casi empezó con un despliegue de pacas de ropa en el mismísimo Palacio de Bellas Artes. Con la Cuarta, que va, la joya del Porfiriato no se limita ya a manifestaciones sublimes de la cultura, como el arte renacentista o las reuniones de La Luz del Mundo. También es un lugar del pueblo bueno y para el pueblo bueno, en el que el pueblo bueno puede comprar a bajo precio productor chinos para su reventa, o expropiar la ropa del tráiler que volcó en la Ignacio Zaragoza y ponerla a la venta.
Sí: nos estamos tianguizando, de la mano de una de las exponentes más genuinas de la 4T. Ojo: tianguis-tianguis, ¿eh? No hablo de esos esfuerzos aspiracionistas por homogeneizar al ambulantaje con puestos de madera limpios, sin tanques de gas en el piso y con límites a la hora de ocupar las banquetas. No.
Aquí estamos en el espíritu del detergente con grasa de longaniza y tripa trapeado entre los zapatos de los peatones, del letrero rotulado con marcador rojo que dice “Quezadillas” y del cable ladrón de luz para poder usar la licuadora, entre el sonido de corridos tumbados, y entre microbuses o patrullas de Tránsito que se paran en segunda fila para degustar las joyas de la gastronomía popular. Hablo del México auténtico. Del que dio origen a nuestro movimiento.
¿Que el triunfo del México profundo implica pagar un precio? Tristemente, sí. Ahí está la multiplicación de los asaltos en el Viaducto, o de las pipas piratas de agua, o el regreso de los taxis con fotocopia en vez de placas. Por decir. Pero es un precio mínimo. Estamos ante un cambio de paradigma cultural; de modelo civilizatorio, me atrevo a afirmar. Hay que agredecérselo a mi Clara, de Iztapalapa para el mundo.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09