Después de la parafernalia y la luminosidad que representan los informes de gobierno -desde el presidente de la República, pasando por gobernadores y alcaldes- deberían de seguir los verdaderos análisis de cifras y datos por parte de los responsables de vigilar el buen cumplimiento de los mandatos. Por ejemplo, de parte de los diputados. Son las comparecencias, días después de esos actos masivos, en el Congreso local o federal, las que legitiman o reprueban los ejercicios anuales. Cuando los gobernadores priistas o panistas tenían los “carros completos”, incluidas legislaturas, las comparecencias eran montajes donde los secretarios eran laureados en su gestión y uno que otro era cuestionado en alguna pequeñez que no ponía en riesgo ni en evidencia su incompetencia. Hasta Fernando Toranzo, las comparecencias no pasaron de eso: entrar y salir.

Fue con Juan Manuel Carreras y a raíz de las pérdidas tricolores y triunfos de la oposición, que estas empezaron a ser espectáculos de insultos y agresiones, más que de preguntas sensatas o estudiadas a los secretarios de estado. Era lógico. Ahora en este primer ejercicio posinforme, se verá de que están hechos la mayoría de los diputados que son del Verde, Morena y aliados. Si aparte de ser hombres y mujeres en el poder, también demuestran su valía.

Cuestionamientos en algunas áreas las debe haber: turismo, cultura o deportes.

Sí no. Serán la misma copia de legislaturas mediocres y sin paso y peso. ¿De qué están hechos?

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