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Ni medicinas ni patrullas: el doble abandono
00:10 jueves 25 septiembre, 2025
ColaboradoresLA VOZ DE LA IGLESIA FRENTE AL DESABASTO. En San Luis Potosí, la continua falta de medicamentos ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema de salud y el impacto humano de las omisiones. Niñas y niños con cáncer que no reciben sus tratamientos a tiempo, familias que enfrentan la angustia diaria y médicos que recurren a sus propios recursos para atender lo urgente son parte de una realidad que no puede normalizarse.
Ante este panorama, la voz del arzobispado potosino resuena como un llamado moral que interpela a la conciencia colectiva: no se trata de un asunto político, sino de la defensa de la vida y la dignidad humana.
La Iglesia ha recordado algo esencial: la salud no debe depender de la improvisación ni del sacrificio individual, sino de la responsabilidad compartida de quienes gobiernan y de quienes proveen insumos. San Luis Potosí cuenta con profesionales comprometidos y una sociedad solidaria, pero nada de eso será suficiente si no se garantiza el derecho básico al acceso a los medicamentos. Esta reflexión nos invita a no ser indiferentes; porque callar, frente a la carencia que cuesta vidas, también es una forma de complicidad.
FALSA SENSACIÓN DE SEGURIDAD. Resulta inquietante que mientras la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) felicita a la Guardia Civil de Soledad por el estado administrativo de su barandilla municipal, al otro lado de la ciudad los vecinos de colonias como Quintas de la Hacienda están aprendiendo a esquivar vehículos sospechosos en plena vía pública. Hace apenas unos días, un intento de secuestro quedó grabado en video y compartido en redes; el joven escapó por su cuenta, no gracias a un patrullaje, sino a su instinto. ¿Qué dice esto sobre la eficacia de los operativos que, según el discurso oficial, se realizan todos los días?
Lo que realmente preocupa no es solo el suceso, que ya de por sí revela el vacío de autoridad en ciertos sectores, sino el silencio institucional posterior. La autoridad soledense no quiso emitir postura, y tampoco actuaron con prontitud. Mientras las y los vecinos reportan hechos similares en colonias cercanas, el Ayuntamiento sigue aferrado a métricas que parecen desconectadas de la calle: número de vehículos inspeccionados, rondines "diarios", y ahora, una barandilla que cumple con requisitos técnicos. La pregunta es sencilla: ¿de qué sirve una barandilla impecable si en las calles reina el miedo?
Lo que pasa en Soledad es el ejemplo perfecto de cómo se construye una falsa sensación de seguridad desde los escritorios. No basta con cumplir con evaluaciones administrativas o con recorridos guiados de la CNDH. La seguridad se valida con la confianza de los ciudadanos, no con sellos en un informe. El llamado es urgente: menos autocomplacencia y más presencia real en las calles. Porque mientras el gobierno presume instalaciones, hay familias que ya no se sienten seguras ni caminando a plena luz del día.