Es verdaderamente deplorable y ruin que personajes ajenos a una zona de la ciudad en específico y más a su gente, pretendan mover sus tentáculos para promover -vía los que si pertenecen a esa zona- recursos legales y detener obras públicas. Por años este tipo de oscuridades han enturbiado trabajos de autoridades en materia de modernización o remodelación de espacios públicos, bajos los argumentos primarios y a corto plazo de afectaciones al momento del desarrollo de una obra. En efecto afectaciones las hay. Abrir calles o detener y cambiar rutas de trafico son algunas de ellas que provocan un comercio que cambia de ritmo o actividades sociales que modifican su velocidad. A futuro se ven los beneficios. El paso a desnivel de El Saucito que se ha pretendido desde hace dos administraciones municipales -y que por diferentes razones no se concretó- volvió a colocarse en el escritorio de esta administración. Se trata de una obra de magnitudes inmensas que renovara la vida y vista que, de la Av. Fray Diego de la Magdalena, desde el panteón hasta el final de la iglesia de dicha demarcación, se tiene. Un cambio radical. El mismo que un grupo de nos mas de 50 vecinos detuvieron -con una orden judicial- alegando afectaciones en la estructura de la iglesia -cosa que el INAH de la mano con el gobierno capitalino han certificado no se dará- y afectaciones en el comercio y tradiciones. Repetimos. Siempre se tendrán puntos negativos en su momento, pero frente a los beneficios, son mas estos que los primeros. La “politiquería” que grupos anónimos juegan no hace mas que afectar a cientos y miles de vecinos y de potosinos y potosinas que transitan diario por la zona norte de nuestra ciudad capital, convenciendo a unos pocos para detener lo que representaría un cambio radical en su imagen, un aumento en la plusvalía de sus propiedades y sobre todo una modernización y bien estar que todas y todos anhelamos. Casos como estos se dan un día si y otro también. No es El Saucito solamente.

Mañana será otra del gobierno estatal o municipal. Es detener el progreso de una sociedad. Y lo peor de todo, que algunas y algunos así lo quieran y prefieran seguir viviendo en la forma en que gobiernos los han tenido abandonados desde hace más de 50 años.