Sobre advertencia no hay engaño...

Lo malo es cuando nos quieren engañar. El llamado de atención, por parte de las autoridades electorales y de seguridad, para el tema de la seguridad misma durante estos comicios electorales es claro: es su responsabilidad. Por décadas los partidos políticos se han caracterizado por palomear a sus candidatas y candidatos por el simple hecho de la rentabilidad electoral que representen. Nada más. Su valor en votos se traduce en la supervivencia de escaños y posiciones.

Desde presidencias de la República hasta regidurias, pasando por todo lo conocido como senadurías, diputaciones federales y locales y sindicaturas. El ideal de todos esos nombres, que atiborran calles con publicidad y boletas electorales, es que sus curriculums cumplan medianamente tanto la expectativa como su función.

Pocas veces ocurre. Hay excepciones, pero son pocas. Hoy los partidos políticos palomean al o a la mejor postora sin saber, si quiera, una página de sus antecedentes. Ahí radica el problema. 

La inseguridad que conlleva lograr el poder y una posición a como dé lugar se refleja en el ambiente que se desarrolla durante las campañas y, peor todavía, durante su ejercicio. ¿Quién responde?. Nadie.

¿Quién debería responder? Los partidos políticos. A ellos les toca ser ese primer filtro que nos oferte, después, las mejores cartas para cumplir una encomienda Encomienda que las y los ciudadanos depositamos en ellos. La seguridad es responsabilidad del estado, sí. Pero los partidos deben de garantizarla con la elección de sus figuras, sin duda. ¿Y a los ciudadanos que nos toca si no? Reprobarlos. 

De eso se trata también.