Las inundaciones de la semana pasada en las zonas del oriente metropolitano reflejan dos cosas: contra la naturaleza nada, contra la autoridad mucho. Un gobernador y un alcalde les dieron vida vial a dos ríos: el Santiago y el Españita. Se midieron las obras y las consecuencias.

Dar más ramales a la creciente avalancha de automóviles en los 80´s y 90´s, con las precauciones necesarias cuando las lluvias o bajadas de aguas naturales volvieran su origen: ríos, a fin de cuentas. Los despistados que pretendan ganarle al caudal, desobedeciendo señaléticas o avisos, nunca van a faltar. Y esos no son responsabilidad de la autoridad. Lo que sí es responsabilidad es que, por años, autoridades municipales han concedido permisos para urbanizar en zonas donde la naturaleza marca su dominio pleno y absoluto. Los académicos así lo afirman. “Han construido sobre ríos”. Las obras viales, habitacionales y comerciales que se hacen en zonas donde la autoridad tiene conocimiento pleno de sus desventajas, son resultado de corrupción que enferma la vida de una sociedad, pues las consecuencias son desafortunadas y a veces trágicas. Ahí si hay responsables. No las actuales administraciones. Colonias como Los Silos, que fueron un reflejo de esto el pasado viernes, son colonias con más de una década de vida. Se desarrollaron y se habitaron, pero previo a ello hubo trámites y permisos. ¿Tendrán la conciencia tranquila?