Para la alianza opositora esta elección es de vida o muerte, si logran conservar el estado confirmarían que tienen posibilidades de dar la pelea en 2024 Las encuestas o estudios de opinión son una gran herramienta para tomar el pulso —o la foto— de las preferencias o intenciones del voto. Cuando están bien hechas. Si no, son sólo propaganda o desinformación. Si, como a mí, le interesa la política y el futuro del país, querido lector, querida lectora, le estará dando seguimiento al proceso electoral del Estado de México y, tal vez en menor grado, al de Coahuila. Las elecciones mexiquenses son doblemente relevantes, por el tamaño y peso específico de la entidad pero también porque se dan en la antesala de las elecciones presidenciales. Son un poco el laboratorio en el que veremos tendencias electorales, fortalezas y debilidades de los respectivos partidos, sus candidatos y sus voceros y patrocinadores. No decidirán la elección presidencial, pero sí nos servirán para el análisis y los pronósticos, además de que va de por medio el futuro inmediato de un estado que alberga a 18 millones de habitantes y 12.6 millones de posibles votantes. Tanto Morena como la Alianza opositora han echado toda la carne al asador. Para Morena, ganar el Edomex significaría una triple victoria: la revancha después de un apretadísimo y muy cuestionado triunfo priista en 2016; la reivindicación de la figura de Delfina Gómez, muy cercana a AMLO; y planchar el camino de su candidatura presidencial para el 2024. Para la alianza opositora, en cambio, esta elección es de vida o muerte, ya que si logran conservar el estado confirmarían que tienen posibilidades reales de dar la pelea en 2024, pero si sufren una derrota más o menos amplia sería un golpe anímico y político muy difícil de superar. De por sí la Alianza enfrenta el reto de hacer compatibles dos agendas y siglas tradicionalmente opuestas: el PRI y el PAN han sido rivales históricos en todo el país, pero especialmente en este estado en el que la misma geografía y las divisiones socioeconómicas habían definido las respectivas zonas de influencia de cada partido. Ambos partidos buscaron hasta el último momento colocar a su respectivo candidato, y al imponerse la priista Alejandra del Moral sobre el panista Enrique Vargas, queda la impresión de que el apoyo panista es más retórico que práctico. Las encuestas a las que me refería yo al principio coinciden, todas, en darle la ventaja a Delfina Gómez, cuya candidatura ha sido por demás cautelosa para evitar tropiezos y asegurar la ventaja. En lo que difieren las encuestas es en los márgenes de ventaja para la morenista (que van de 20 a 4 puntos, una diferencia abismal) o en su lectura del resultado de los dos debates y su posible impacto en el electorado. Y aquí es donde veremos, en menos de dos semanas, qué tan serias y profesionales son algunas casas encuestadoras o qué tan al gusto del cliente hacen sus levantamientos las otras. Si el resultado final rebasa los dos dígitos de diferencia, estará claro quién es quién en las encuestas y quién realmente pagó por un trabajo profesional o quién pagó, literalmente, por ver lo que quería ver. POR GABRIEL GUERRA

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