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La primera: unas cuantas irrupciones en los ámbitos de la incorrección política a cargo de Karla Sofía Gascón, protagonista de la peli que, en una nutrida cantidad de tuits del pasado
00:02 domingo 9 febrero, 2025
ColaboradoresEstá bajo fuego “Emilia Pérez”, en México sobre todo por nuestro nacionalismo, receloso hasta cuando se habla del narco, del que al parecer ningún extranjero debería estar hablando, y en el resto del planeta por dos razones. La primera: unas cuantas irrupciones en los ámbitos de la incorrección política a cargo de Karla Sofía Gascón, protagonista de la peli que, en una nutrida cantidad de tuits del pasado no tan remoto, se prodigó en comentarios nada cariñosos sobre los musulmanes en España, a los que habría que expulsar; los chinos, cuyas vacunas, dice, irán acompañadas de dos rollitos primavera y un chip; la migración mexicana a los Estados Unidos, y un largo etcétera que no deja vivo ni a Guillermo del Toro, cuya candidatura al Oscar le hace preguntar si la estatuilla la empezarán a entregar “en Tlalmanalco”, ni, sobre todo, a los Óscares, que trata como una monserga políticamente correcta, hay que decir que no sin cierta verdad en la boca. La segunda razón es, sin embargo, en la que me gustaría detenerme, y es un muy discutido comentario del director, el francés Jacques Audiard, que, no queda claro si con un abierto prejuicio medio le perista o con condescendencia woke, se mandó aquello de que el español es “un idioma de países modestos, de países en desarrollo, de pobres y migrantes”. Hombre, sí. El español es la lengua de ese mastodonte bananero que es América Latina, de las multitudes que tratan de entrar a Estados Unidos a ganarse la vida, de las maras, Nicolás Maduro y Petro. Nada más que, sin entrar al número razonable de premios Nobel que le ha dado este idioma al mundo, o a Cervantes y demás, para no eludir el cliché, habría que recordar que también es la lengua de dos de las primeras 15 economías del mundo, que son España y México, de un número no desdeñable de gringos, y de países tan viables, aunque pequeños, como Chile, Uruguay o Costa Rica. No se trata de ponernos de ofendiditos. Pero no está mal recordarle a don Jacques que lo mismo que dijo del español, podría decirlo de casi cualquier idioma de peso. Del inglés, por ejemplo, que se habla en, por ejemplo, Sudán y Ruanda. O este otro: el francés. Al margen de los barrios intransitables de, digamos, la periferia parisina, o incluso de la cierta vocación de subdesarrollo que a veces muestra ese país magnífico que es Francia, el enorme territorio de la francofonía no tiene mucho que envidiarle en pobreza y migración desesperada al orbe hispano. De hecho, es posible que nos ganen por goleada. Digo, países de habla francesa, aparte del muy mencionado Haití, son Senegal, la República del Congo o Níger, quizás el más pobre del continente africano, o uno de ellos. En otras palabras, lo que tal vez debería recordar el señor Audiard es que el mundo es, mayoritariamente, un lugar pobre. POR JULIO PATÁN COLABORADOR @JULIOPATAN09