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Hay varios acontecimientos recientes, que no están conectados entre sí, pero que...
00:03 miércoles 28 junio, 2023
ColaboradoresHay varios acontecimientos recientes, que no están conectados entre sí, pero que ilustran el viejo refrán: 'no hay peor ciego que el que no quiere ver Decía un viejo refrán, que hoy sería considerado insensible, que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Me he acordado de ello en estos días a raíz de varios acontecimientos que no necesariamente están conectados entre sí, pero que ilustran los riesgos de colocarnos un muro frente a las narices que nos impida ver las cosas correctamente y en su debido contexto. Primero, y de manera casi simultánea, dos tragedias en el mar: en el Mediterráneo, una embarcación sobrecargada de migrantes africanos se hundió, a plena vista de la Guardia Costera griega, que no hizo nada para intervenir antes de la tragedia, no obstante la evidente fragilidad del navío. Más de 500 hombres, mujeres y niños murieron en la tragedia, y la mayoría de los sobrevivientes fueron rescatados por yates particulares. La asistencia oficial fue la mínima. Días después, un sumergible con cinco turistas pasajeros descendió a ver de cerca los restos del Titanic. Cuando perdió contacto con la superficie, se desató una masiva operación internacional de búsqueda e intento de rescate con barcos, aviones y helicópteros. Cada uno de los turistas pagó un cuarto de millón de dólares por el viaje, que al final les costó la vida. Los medios internacionales le dedicaron planas y horas enteras a la cobertura de ese triste percance. ¿Doble moral? El viernes, otra noticia dominó: el Grupo Wagner, una organización de mercenarios rusos, se había rebelado y avanzaba sobre Moscú. Medios y analistas se apresuraron a escribir las exequias del régimen ruso y su presidente, Vladimir Putin. Pero el levantamiento duró menos que algunas óperas de Wagner: para el sábado por la tarde los supuestos rebeldes habían detenido su marcha y dado vuelta en U. Su comandante, contratista del Ministerio de Defensa ruso, huyó a la vecina Bielorrusia con la cola entre las patas y “sus” soldados regresaron a sus puestos de combate en Ucrania. Nada de fondo cambió tras su monumental (y peligrosísimo) berrinche, y los profundos análisis y vaticinios se quedaron en eso, puras ilusiones y buenos deseos. Leo, mientras tanto, la más reciente edición de la prestigiada Foreign Affairs, que trata sobre el mundo no alineado y busca explicar (o entender) por qué tantas naciones se han negado a tomar el lado de Occidente (léase EU) ante el conflicto en Ucrania. Las respuestas son tan interesantes como evidentes: ni a la India, ni a Brasil, ni a la mayor parte del mundo, les atrae una retórica occidental que resulta, cuando menos, hipócrita si recordamos las numerosas instancias de invasiones o intervenciones estadounidenses en otros países. Si bien, no hay un capítulo expreso acerca de México, queda claro qué naciones intermedias, cómo la nuestra, poco tienen que ganar y mucho que perder si toman abierto partido por una de las partes en ese o cualquier otro conflicto. Más les conviene navegar las difíciles y tormentosas aguas de la multipolaridad, en vez de subordinarse a una sola de las potencias. Sírvannos estos ejemplos, queridos lectores, para ver que el mundo no está pintado de blanco y negro, que no hay verdades absolutas y que a veces nuestros propios muros nos impiden percibir las complejidades y los matices de todo aquello que nos rodea. POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
@GABRIELGUERRAC