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El Dólar Mexicano en Tiempos de Incertidumbre: ¿Aranceles, Remesas y Guerra Comercial Deciden su Futuro?
00:02 viernes 23 mayo, 2025
ColaboradoresEs imposible hablar de la economía mexicana sin mirar hacia el norte. Estados Unidos no es solo nuestro mayor socio comercial; es el eje alrededor del cual gira gran parte de nuestra actividad económica. Más del 80% de las exportaciones nacionales tienen como destino el mercado estadounidense, lo que representa cerca del 11% del PIB. A pesar de lo que algunos aún imaginan, no son ni el petróleo ni el aguacate los productos estrella de ese intercambio. Es el sector automotriz el que lidera el juego, con casi una cuarta parte del total exportado, generando ingresos por encima de los 87,000 millones de dólares al año. Motores, autopartes y tecnología para vehículos eléctricos nacen en México y se ensamblan del otro lado de la frontera.
Pero hay otro flujo más más poderoso: las remesas. Hoy en día, mueven más que muchos sectores productivos juntos. Representan el sustento de millones de hogares, especialmente en zonas rurales, donde cerca del 70% de los ingresos familiares provienen del dinero enviado desde Estados Unidos. En 2024, la cifra alcanzó un nuevo récord: 5,000 millones de dólares mensuales en promedio. Basta un anuncio, una declaración política desafortunada para tambalear este flujo. Lo vimos cuando el expresidente Donald Trump sugirió imponer un impuesto a las remesas. Aunque nunca se concretó, bastó el rumor para encender las alarmas en los mercados y desatar un nerviosismo con efectos reales sobre el tipo de cambio y la estabilidad económica de cientos de miles de familias.
Los riesgos están ahí, latentes. Los aranceles, por ejemplo, siguen siendo una espada de Damocles. En análisis recientes realizados por especialistas del sector financiero, se modeló el impacto de un aumento del 25% en los aranceles a productos mexicanos. El resultado: una caída del 1.5% en el PIB, suficiente para empujar a México hacia una recesión técnica. La lógica detrás de este escenario no es complicada: exportaciones en descenso, menor inversión extranjera directa y un golpe a la confianza en los mercados.
Esto, naturalmente, se refleja en el tipo de cambio. Las estimaciones para mediados de 2025 apuntaban a una cotización promedio superior 20.50 pesos por dólar. Pero si el conflicto comercial se agudiza, ese número podría desplazarse hasta niveles de 21 o 22 pesos. Una devaluación así tendría consecuencias inmediatas: inflación importada, endurecimiento de la política monetaria y presión creciente sobre el bolsillo de los mexicanos.
Banxico, hasta ahora, ha logrado mantener la calma en medio de esta tormenta potencial. Con una tasa de interés a la baja y una inflación controlada en torno al 4%, el banco central ha navegado con prudencia. Aunque su autonomía es constantemente puesta a prueba (en especial por las decisiones de la Reserva Federal o las presiones desde Palacio Nacional), ha logrado conservar una imagen de solidez técnica. Una de sus estrategias clave ha sido la venta programada de dólares a 18 pesos, una barrera psicológica y técnica que ha servido para frenar caídas abruptas del peso. Pero estas defensas también tienen costos: distorsionan el mercado y limitan su capacidad de autorregulación.
Desde un punto de vista técnico, el peso se mueve dentro de un rango estrecho. La resistencia está en los 20.00, el soporte en los 19.00. Mientras las tensiones bajen, el escenario más probable es una apreciación moderada hacia niveles de 19.50 o incluso 20.00. Pero el terreno es inestable. Si las fricciones comerciales se intensifican o vuelven a plantearse impuestos a las remesas, los mercados podrían reaccionar con ventas especulativas, rompiendo la barrera de los 22.00 pesos por dólar. Las consecuencias serían inmediatas: inflación más alta, menor consumo y una percepción de riesgo-país en aumento.
La dependencia estructural de las exportaciones automotrices y de las remesas ofrece una aparente estabilidad, pero es una estabilidad sujeta a las decisiones políticas y económicas de un país extranjero. Una guerra comercial abierta con Estados Unidos sería un golpe devastador, no solo para la moneda, sino para todo el aparato económico mexicano. Pero si se logra sostener una relación comercial funcional y libre de amenazas, el peso tiene espacio para recuperarse y estabilizarse, impulsado por un banco central que, pese a sus límites, sigue cumpliendo su función.
Mientras Donald Trump mantenga influencia sobre la narrativa económica estadounidense y México no diversifique su matriz exportadora ni refuerce su atractivo institucional para la inversión, el peso seguirá siendo una moneda vulnerable. Los mercados lo saben. Por eso lo miran, lo analizan, lo especulan. Hoy más que nunca, el destino del peso es el termómetro más sensible de la relación México-Estados Unidos.
La pregunta de fondo sigue en el aire: ¿será capaz México de blindarse, de fortalecerse, de encontrar una ruta de crecimiento sin depender tanto del norte? No hay respuestas fáciles. Pero si algo hemos aprendido, es que, en este juego, la estabilidad es un lujo, y la resiliencia, una necesidad.
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SOBRE LA FIRMA
Columnista en #Globalmedia desde el 2018
Escribe sobre economía y política nacional e internacional.
Economista, Doctor en Adminstración con experiencia en Mercados
Financieros.