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Las elecciones en México se presentan como un punto de inflexión crucial para la nación
00:03 viernes 7 junio, 2024
ColaboradoresLas elecciones en México se presentan como un punto de inflexión crucial para la nación. Con el trasfondo de una sociedad polarizada y una economía en constante transformación, estas elecciones no solo definirán el rumbo político del país en los próximos años, sino que también pondrán a prueba la resiliencia de nuestra democracia.
El populismo ha resurgido con fuerza en diversas partes del mundo, presentándose como la solución mágica a los problemas más profundos de las sociedades contemporáneas. Este fenómeno se basa en la premisa de que el Estado, si se le otorga el poder suficiente, puede resolver todos los males sociales y económicos. Sin embargo, la historia reciente nos muestra que esta apuesta puede ser peligrosa y contraproducente.
En China, el régimen de Xi Jinping ha consolidado un poder casi absoluto, bajo la promesa de estabilidad y crecimiento económico. Sin embargo, este control férreo ha llevado a una represión de las libertades individuales y una censura implacable, demostrando que el populismo puede degenerar fácilmente en autoritarismo.
Argentina, bajo la influencia de líderes como Cristina Fernández de Kirchner y más recientemente Alberto Fernández, ha experimentado un ciclo interminable de crisis económicas y políticas. La promesa de resolver los problemas mediante intervencionismo estatal y subsidios ha llevado al país a una inflación galopante y una deuda externa insostenible.
Ecuador, con la presidencia de Rafael Correa, también ofrece un ejemplo claro. Su administración, marcada por un fuerte control estatal y una retórica anti-neoliberal, resultó en un debilitamiento institucional y un incremento de la corrupción. El sucesor de Correa, Lenín Moreno, tuvo que enfrentar una ardua tarea para intentar restaurar la estabilidad económica y política del país.
En México, el gen populista ha encontrado terreno fértil. La administración actual ha seguido una línea similar, promoviendo una mayor intervención del Estado en diversos sectores, desde la energía hasta la asistencia social. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos es si este camino realmente conduce a una mejora sostenible o si, por el contrario, estamos replicando los errores de otros países.
El escenario de un triunfo contundente de la candidata oficial plantea serias preocupaciones. Un resultado dos a uno no solo le daría una legitimidad indiscutible, sino que también le otorgaría el poder necesario para realizar cambios profundos en la estructura política del país, incluyendo modificaciones a la constitución.
Esta situación podría convertirse en un cheque en blanco para la destrucción de la democracia desde el poder. La tentación de modificar la constitución para consolidar el control y eliminar los contrapesos sería enorme. La historia de América Latina está llena de ejemplos donde líderes populistas, una vez en el poder, han alterado las reglas del juego para perpetuarse y centralizar aún más su control.
En México, la concentración del poder en manos de unos cuantos podría significar el fin de la república tal como la conocemos. Las instituciones democráticas, ya de por sí frágiles, estarían bajo amenaza constante, y la posibilidad de una regresión autoritaria sería una realidad palpable. La democracia se nutre de la diversidad de opiniones y de la existencia de contrapesos; sin estos elementos, el poder absoluto corrompe absolutamente.
En este contexto, la batalla cultural que se avecina es crucial. Si queremos cambiar de régimen y evitar la deriva autoritaria, debemos optar por una autocrítica más específica y profunda. Es necesario reconocer nuestros errores y entender que las narrativas simplonas no son suficientes para abordar los problemas complejos que enfrenta el país. Sean de izquierda o derecha.
La realidad debe tener un mayor impacto en la vida de las personas que las narrativas populistas. La educación, la ciencia y la razón deben ser nuestras herramientas para contrarrestar el avance de ideologías que prometen soluciones fáciles a problemas difíciles. Debemos fomentar una cultura de diálogo y entendimiento, donde se valoren las evidencias y los hechos por encima de las opiniones y las emociones.
Esta batalla cultural también implica un esfuerzo por fortalecer nuestras instituciones y promover una participación ciudadana activa y crítica. Los medios de comunicación, las universidades y las organizaciones de la sociedad civil tienen un papel fundamental en este proceso. Solo a través de un esfuerzo colectivo y consciente podremos reconstruir una sociedad democrática y con estado de derecho.
Finalmente, es importante señalar que al futuro cercano nadie puede decirse engañado. Las elecciones representan una decisión clara por parte de la ciudadanía. Se votó por una ideología, no por una forma de gobierno, y esto es lo verdaderamente peligroso. Las quejas de la mayoría, en caso de que se materialicen los peores temores, no tendrán lugar en la historia.
La responsabilidad de los votantes es ineludible. La democracia no es solo un sistema de gobierno, es también una cultura política que requiere un compromiso constante y activo de todos los ciudadanos. Si permitimos que una ideología prevalezca sobre los principios democráticos, estaremos renunciando a nuestra capacidad de autogobierno y entregando nuestro destino a manos de unos pocos, cercanos al poder. Al tiempo.
* Profesor / Activista por el Derecho a Aprender en SLP
Director Ejecutivo en Horizontes de Aprendizaje
Twitter @FhernandOziel
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