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La educación en México enfrenta desafíos significativos que exigen una reflexión crítica y con base en la racionalidad...
00:03 viernes 5 enero, 2024
ColaboradoresLa educación en México enfrenta desafíos significativos que exigen una reflexión crítica y con base en la racionalidad. La implementación de la Nueva Escuela Mexicana surge como un faro de cambio en este contexto. Sin embargo, este modelo educativo, con sus loables objetivos de inclusión y humanismo, sigue sin representar un esfuerzo tangible y viable para transformar el panorama educativo nacional en el mediano y largo plazo. Para que cumpla su propósito, se requiere una evaluación rigurosa de su implementación, superando las barreras burocráticas y los discursos triunfalistas. Para comenzar, la reducción de recursos en educación en el Presupuesto de Egresos de la Federación, aunque responde a necesidades económicas, amenaza con mermar la calidad educativa. Esta disminución de fondos de casi 4 mil millones de pesos en términos reales, impacta directamente en la infraestructura, formación docente y recursos didácticos que necesitan las comunidades escolares. A esto le sumamos que, al paso del año fiscal, no se gasta lo etiquetado y los subejercicios se han vuelto una constante para el gobierno “progresista”. En este sentido, debemos replantear prioridades presupuestarias y buscar fuentes alternativas de financiamiento para asegurar que la educación no sea la víctima colateral de ajustes económicos. En política, nada es casualidad y este año electoral nos da señales que estaremos ante una serie de ajustes gubernamentales “necesarios” para la mínima operación de las políticas públicas no prioritaria como la educativa. Otro tema que causa ruido en el sector, es la falta de una evaluación efectiva del aprendizaje ya que representa una vulnerabilidad en el sistema educativo mexicano. Esta carencia impide la identificación precisa de áreas de mejora, limitando el progreso educativo. Como recordarán, los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA) al final del año pasado, nos ubicó con un retroceso de cuatro lugares con respecto a la evaluación anterior. Esto se traduce en más de 20 años de atraso en aprendizajes. La fotografía se traduce en que la mitad de los jóvenes de 15 años en México no comprenden información de un texto y no pueden resolver operaciones básicas.
Este desastre se puede ver en dos sentidos, excusarnos en la pandemia y voltear hacia el futuro idílico donde la sola voluntad de los burócratas hará posible la mejora de la calidad de vida de las nuevas generaciones o, como en cualquier país serio, nos dedicamos a entender los factores clave de esta debacle para reforzar en terreno lo necesario, definimos metas en el corto plazo y trazamos un ruta de evaluaciones que nos permitan ajustar lo necesario en el tiempo con los maestros como aliados en una cruzada por el aprendizaje. Claramente vemos que el camino elegido es errado. La formación docente es otro pilar para el éxito educativo, pero resulta imperativo evaluar críticamente los programas actuales, identificar áreas de mejora y fomentar enfoques innovadores de corto plazo. Para este año, solo se contemplan 190 pesos para la formación de cada profesor. Al paso de los meses, observamos que una gran mayoría de profesores están más ocupados en aprender principios filosóficos “modernizadores” que, reflexionando sobre su práctica en espacios específicos dentro de su jornada laboral, compartiendo sus desafíos en colegiado o bien, mejorando habilidades de atención, liderazgo y dinámica de grupos. Hoy, más que ayer, me parece imperativo redefinir las estrategias de formación, abriendo y permitiendo la libre oferta de espacios socioformativos de corta temporalidad y con acompañamiento en la escuela para los profesores que les permitan apropiarse de herramientas necesarias para cada uno de ellos y enfrentar, paso a paso, los desafíos contemporáneos y moldear así, una nueva generación comprometida con la mejora continua no de la educación, sino de su práctica docente particular. Los avances recientes en la política educativa merecen atención. Sin embargo, es esencial analizar su efectividad y alineación con los principios de la Nueva Escuela Mexicana. Debemos ser capaces de ajustar políticas públicas efectivas para garantizar un sistema más equitativo y enfocado en el desarrollo integral de los estudiantes. Con un sistema que si bien, no es capaz de ajustarse a la inmediatez de los cambios, si lo sea para que los profesores decidan qué, cómo, cuándo y dónde aprender a mejorar su práctica, con incentivos diferenciados y un avance meritocrático fundamentado en reglas claras, específicas y que apliquen a todos. En 2024, México encara desafíos educativos con una mezcla de discursos esperanzadores e incertidumbre en la realidad. La Nueva Escuela Mexicana se erige como un faro que ilumina el camino, pero su éxito depende de una implementación sistemática y con mediciones válidas, honestas y transparentes. Apenas algunos factores resultan esenciales para el progreso. En la intersección de estos desafíos, la política educativa puede moldear un futuro educativo más promisorio. Desde la sociedad civil permanecemos atentos y ocupados en acompañar lo necesario y expresar las dudas razonables por las vías institucionales. No claudicaremos en las ideas, menos en nuestra firme intención de promover y defender nuestra causa que es de todos: el Derecho a Aprender de niños y jóvenes en libertad. Así sea.
¡Feliz año! * Profesor / Activista por el Derecho a Aprender en SLP
Director Ejecutivo en Horizontes de Aprendizaje
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