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No ha existido ni existirá una reforma educativa sin ideología, en el sentido más amplio...
00:04 viernes 2 junio, 2023
ColaboradoresNo ha existido ni existirá una reforma educativa sin ideología, en el sentido más amplio del término. Ni los currículos ni los libros de texto pueden escapar de la interpretación de la realidad desde una posición histórica y social específica e incluso de poder. Bajo esta premisa, podemos advertir dos escenarios. El primero, tiene que ver con los principios que fundamentan uno u otro modelo educativo. Hasta ahí parece que todo tiene sentido. Sin embargo, en el segundo escenario podemos advertir el peligro de utilizar estos principios para moldear y dirigir el pensamiento de una sociedad. Es decir, más allá de comprender los fundamentos y su utilidad – siempre debatibles –valdría la pena discutir y analizar las diferencias entre dos formas de comprender la ideología educativa a discusión.
La propuesta de la Nueva Escuela Mexicana – vasta de voluntad – propone colocar al centro el aprendizaje colectivo, erradicando la competencia individual y en su lugar “enraizar la idea de fortalecer el sentido comunitario”. Siguiendo esta lógica discursiva, llegamos a la reducción del pasado con la etiqueta de “neoliberalismo”, y por la otra, la proyección de una construcción de lazos comunitarios benevolente que “nos guiará al bienestar de todos”. Seamos serios, ideología individualista versus ideología comunitaria.
En ese panorama, observamos dos bandos disputando un debate epistemológico de mayor alcance. Primero, aquellos que apelan a la objetividad. A que veamos las cosas como son. Apelando a la realidad externa del sujeto a través del método científico. La ciencia es ciencia porque es fiable, comprobable o cuestionable, pero de forma rigurosa y objetiva. Su método es garante de confiabilidad en la búsqueda de la verdad. En la otra esquina, aquellos que consideran el término ideológico para “describir el encubrimiento o distorsión de la realidad por parte de los grupos dominantes en aras de favorecer sus intereses”. Todo ocurre como efecto de la combinación de creencias y valores de los grupos en el poder. En esta idea, el proyecto que enarbolan es el despertar a la sociedad del engaño a la que ha sido sujeta y, en consecuencia, apropiarse de ideas “justas y verdaderas” como cita Paulo Freire, pensador brasileño y marxista, desde donde surge, junto a otros pensadores la llamada pedagogía crítica.
Como vemos, ambas posturas tienen sus acotaciones, pero sus discursos parten de un principio común: la interpretación de la realidad social. Según Eagleton, todo pensamiento es ideológico en tanto está constituido por una producción de significados, creencias y valores sobre el mundo. Entonces, tratar de igualar el pensamiento a una sola ideología, nos desarma totalmente para crear mejores oportunidades para innovar en el acto educativo. Brindar espacios para la duda, el cuestionamiento de las narrativas y los discursos que nos interpelan es dar oportunidad a pensar de manera sistemática, reflexiva y analítica. Así, la escuela se convierte precisamente en esa posibilidad, la de construir, cada vez mejor, un espacio para el pensamiento autónomo, libre y crítico de nuestra realidad para transformarla.
Entonces, ¿cómo obedece esta lógica de términos educativos en la discusión actual? Veamos un ejemplo. Acomodar a un grupo de estudiantes por su estatura para asegurar que puedan observar lo que sucede en el pizarrón es una decisión tomada con base en criterios objetivos. Pero, ¿qué ocurriría si esta misma distribución, lo hago en función de su color de piel o de su conducta? Vaya lío. En términos de las matemáticas, por ejemplo, puedo hacer referencia a su didáctica para fortalecer el pensamiento lógico, pero si las acoto a que deben priorizarse para la comprensión y solución de problemas de injusticia social, ya estaría definiendo, anticipadamente, diversas variables que inciden en la forma de entender el mundo.
En este orden de ideas, me parece que cualquier ideología impulsada desde el poder – anterior y actual - debilita el acto educativo y corrompe el ideal formativo. Me parece que los docentes deben asumir la tarea de no imponer formas únicas de pensamiento, sino más bien ayudar a desarrollar en sus estudiantes habilidades y aprendizajes que les permitan alcanzar gradualmente la autonomía intelectual. He ahí el desafío. Considero que la escuela debe reclamar su espacio para el desarrollo de las niñas y niños para construir una mejor sociedad, bajo el ideal de construir mejores personas con capacidades individuales específicas en armonía con la comunidad y sus aportaciones. Por ello, no ha existido ni existirá reforma educativa sin ideología. El verdadero riesgo está en plantearse, desde una de las miradas, ideologizar a los individuos para fines específicos alienados con una agenda desde el poder. en cualquiera de sus caretas.
* Profesor / Activista por el Derecho a Aprender en SLP
Director Ejecutivo en Horizontes de Aprendizaje
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