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La política no debería ser escenario donde se ejerzan venganzas personales o humillaciones
00:02 jueves 22 mayo, 2025
ColaboradoresLa disculpa no bastaba, había que humillar para demostrar quién manda. ¡Tenga, para que aprendan! Que se vea de qué lado se recarga el poder, quién lo ejerce. No era suficiente que la disculpa se manifestara por escrito, había que hacerla de viva voz y frente a las cámaras. Que se humille al que osó increpar e insultar. Y había que usar el aparato de recursos públicos al alcance: instalaciones del Senado, incluida la transmisión en plataformas oficiales. Porque si se tiene poder, es para ejercerlo, ¿o no? Hay que exhibirlo, para que no haya dudas.
El pasado lunes, el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña protagonizó una escena de exceso y abuso de poder. Utilizó su posición para humillar al abogado Carlos Velázquez de León que lo insultó e increpó en la sala de espera del American Express, del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el año pasado. Desde luego nadie defiende el comportamiento de Velázquez de León, pero la respuesta del legislador de Morena fue, por decir lo menos, desproporcionada.
El acto de “disculpa pública” al que se llegó luego de que el Senado denunciara a un ciudadano por faltarle al respeto al presidente de la Mesa Directiva -lo que ya es en sí un abuso de poder-, puso de relieve no sólo la actitud arrogante de quien se ha graduado en el arte del insulto, sino que representa un peligroso antecedente: que nadie se atreva a increpar a un representante del oficialismo porque se enfrentará al poder del Estado.
A Fernández Noroña, conocido por su retórica incendiaria, se le adelgazó la piel. Y en lugar de responder con argumentos o abrir un espacio al diálogo; en vez de aceptar la disculpa por escrito (la carta que leyó el abogado ya existía con antelación), eligió humillar a quien había osado cuestionarlo, obligándolo a rebajarse públicamente. Fue más un acto de sometimiento que de reconciliación.
¿Ese es el talante autoritario con el que debería navegar un legislador cuya función es representar y escuchar a la gente?
El acto no solo denigra al ciudadano, sino que retrata una cultura de poder que se siente amenazada ante el disenso.
Además, es preocupante el mensaje que esto envía a la sociedad: cuestionar a un político en el ejercicio de sus funciones puede acarrear represalias. La democracia se nutre de debates, de voces diversas que enriquecen el tejido social; sin embargo, Fernández Noroña parece haber confundido su rol como representante del pueblo con el de dictadorzuelo que impone su voluntad a quienes considera inferiores. En la arrogancia, tras escuchar la disculpa, el senador se levantó y se fue sin decir adiós.
El grotesco espectáculo de poder del senador queda para el registro.
¿Cuántas disculpas debe él? ¿Con cuántos debería disculparse?
La política no debería ser escenario donde se ejerzan venganzas personales o humillaciones.
A Fernández Noroña no le bastó con forzar a un ciudadano a disculparse, utilizando el poder a su alcance… también lo exhibió para humillarlo. Para que quede claro quién manda.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
@MLOPEZSANMARTIN