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Hablar de educación en México es hablar de un sistema fracturado
00:10 martes 23 septiembre, 2025
ColaboradoresHablar de educación en México es hablar de un sistema fracturado. El reciente informe de la OCDE reitera lo que en San Luis Potosí ya se siente en carne propia: la falta de inversión en educación ha convertido a las escuelas en espacios donde la precariedad es la norma.
México es el país que menos invierte por estudiante entre los miembros del organismo, y no solo eso, la proporción del PIB destinada al sector educativo ha ido disminuyendo año tras año.
En nuestro estado, eso se traduce en salones sin ventilación, techos dañados que ceden en temporada de lluvias y comunidades rurales donde los niños estudian bajo láminas o a la sombra de un árbol. La llamada “gratuidad” de la educación, consagrada en la Constitución, es en realidad sostenida por las familias, que pagan cuotas “voluntarias”, compran material de limpieza, aportan para la electricidad o simplemente reparan por su cuenta lo que la autoridad no atiende. Por ejemplo, los medios han dado cuenta en escuelas de las cuatro regiones del Estado.
A este lastre se suma el abandono de la primera infancia. Mientras países como Noruega o Corea cubren hasta un 60% de los niños de 0 a 2 años con programas de atención y educación temprana, en México apenas alcanzamos un 6%. En San Luis Potosí la cobertura es todavía más baja: en comunidades de la Huasteca y el Altiplano carecen de suficientes estancias infantiles y los programas de desarrollo temprano están fragmentados o desaparecieron con los recortes federales. Esto no es un detalle técnico; es una condena silenciosa, porque los primeros mil días de vida son decisivos para el desarrollo cognitivo, emocional y social. Sin ese apoyo temprano, los esfuerzos posteriores se vuelven cuesta arriba.
Tampoco podemos ignorar que el magisterio potosino carece de una política seria de formación continua. El gasto federal para capacitación docente apenas llega a 100 pesos por maestro al año, una cifra que bordea lo ridículo. Con ese déficit, exigimos que los profesores atiendan a niños con rezagos, a estudiantes con neurodiversidad, que enseñen inglés y matemáticas avanzadas, y que además gestionen problemas de violencia escolar. La brecha entre lo que se demanda y lo que se invierte es insostenible.
La educación media superior y superior en San Luis Potosí también reflejan las contradicciones nacionales. Tenemos jóvenes que se gradúan, pero que no encuentran empleo o terminan trabajando en ocupaciones ajenas a su preparación. La desconexión entre escuela y mercado laboral es evidente. Se han hecho esfuerzos con la educación dual en subsistemas como Conalep o Cecyt, pero aún es marginal frente a la magnitud del problema. Mientras tanto, la población de jóvenes que ni estudian ni trabajan crece, generando un caldo de cultivo para la frustración, la migración y, en el peor de los casos, para la violencia.
¿Qué hacer frente a este panorama? No basta con más presupuesto global, porque la experiencia nos dice que se diluye en burocracias. Tampoco alcanza con la buena voluntad de discursos que se repiten cada sexenio.
Lo que se necesitamos es una estrategia integral de tres frentes: primero, transferir el gasto escolar de las becas a “cheques” escolares par garantizar autonomía presupuestal progresiva para las escuelas alineada a sus necesidades reales de atención escolar, con reglas claras y rendición de cuentas, eliminando la carga de cuotas “voluntarias” a las familias; segundo, invertir seriamente en la primera infancia con programas estables y universales que sienten las bases del aprendizaje futuro; tercero, articular a la escuela media superior y superior con el aparato productivo, no solo para capacitar mano de obra, sino para abrir oportunidades reales de desarrollo local.
La educación en San Luis Potosí se sostiene con hilos, y esos hilos están a punto de romperse. Pero si se teje con la convicción de que cada peso invertido debe traducirse en un aula segura, un maestro mejor preparado y un niño con oportunidades, quizá aún podamos reconstruir el tejido. Al final, todo esto hace que se invisibilice lo realmente importante: la eficacia de la escolarización en la sociedad.
Invisibilizar el aprendizaje solo es la punta de una hebra de hilo que sigue estirando para romperse, pero no sabemos cuándo. La educación no puede seguir siendo un parche político o pero, una fábrica de votantes; debe convertirse en el proyecto de futuro que deseamos como sociedad.
* Profesor / Activista por el Derecho a Aprender en SLP
Director Ejecutivo en Horizontes de Aprendizaje
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