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La cancelación de un foro sobre el conflicto entre Palestina e Israel provocó el efecto contrario: expandió el diálogo
00:03 jueves 12 diciembre, 2024
ColaboradoresUna protesta derivó en la cancelación de un foro sobre el conflicto entre Palestina e Israel, pero causó el efecto contrario: la conversación al respecto se expandió
A Maruan, con fraterna admiración
En 2003, el California Coastal Records Project –iniciativa de la sociedad civil para documentar la erosión de la costa californiana, y para cabildear legislación y políticas para su prevención– fue objeto de una demanda por 50 millones de dólares de la cantante Barbra Streisand, quien arguyera que la inclusión en su sitio web de una foto de su casa –una de miles ahí enclavadas– constituía una violación a su privacía.
Antes de interpuesta la demanda, la foto había sido objeto de seis descargas, dos por parte de los abogados de la estrella. Al hacerse público el proceso judicial, sin embargo, la notoriedad de Streisand no sólo atrajo la atención de los medios –que ilustraron la noticia con la imagen de marras– sino que redundó en más de 420 mil visitantes únicos al sitio. Amén de que los tribunales desestimaron la demanda y conminaron a Streisand a cubrir las costas legales de la organización, el episodio redundó –paradojas de la era digital– no sólo en mayor notoriedad de la foto sino en mayor visibilidad para la causa que justificara su publicación. Tan sonado fue el episodio que hoy el derecho, la comunicación y la sociología han incorporado el término “efecto Streisand” a su léxico.
El fenómeno y la anécdota rondan mi cabeza desde la cancelación del foro “Otras formas de conversar” –que tenía verificativo jueves y viernes pasados en FIL Guadalajara– ante la toma por manifestantes pro Palestina del auditorio en que debía llevarse a cabo.
El objetivo del foro era justamente explorar cuáles podrían ser los términos más útiles para una discusión que acerque –aun si de manera milimétrica– a una coexistencia pacífica entre Palestina e Israel en un marco de derechos humanos y libertades, en vez de abonar a una tensión que dura ya casi 80 años y que ha redundado en actos definidos con justicia como terroristas y en una guerra que cada vez cuesta más trabajo no caracterizar como genocida.
La irrupción de una cuarentena de personas que coreaban “ Del río al mar” –la consigna empleada por aquellos palestinos que sueñan con obliterar el Estado israelí, tan eficaz que ha sido adoptada por no pocos israelís que rechazan la existencia de un Estado palestino– impidió la discusión ese día en ese lugar: lamentable. Habrá también que admitir que la notoriedad del episodio redundó en una multiplicidad de conversaciones escritas y orales al respecto, y que allende la estridencia de Twitter –donde es imposible conversar–, la mayoría de éstas se produce en otro registro. La modestia de su alcance –de entrada nacional– no las hace menos indispensables para reencauzar ese diálogo en algo que detenga la acumulación de muertos en ese territorio por actos terroristas (o no), genocidas (o no).
Una buena de la era de la pantalla total: el diálogo ha devenido difícil de parar.
POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
IG Y THREADS: @NICOLASALVARADOLECTOR