Vínculo copiado
#ESNOTICIA
#ESNOTICIA
Durante toda su vida Vargas Llosa anheló ser un contador de historias, sabía que su rol era ese. Lo ejecutó a la perfecc
00:02 viernes 18 abril, 2025
ColaboradoresEn su libro La verdad de las mentiras, el peruano Mario Vargas Llosa examina varios textos de autores como Virginia Wolf, Ernest Hemingway, James Joyce, Alejo Carpentier, Gustave Flaubert, entre otros, y profundiza ideas que caracterizaron su quehacer filosófico alrededor de la creación literaria: cómo a través de la ficción podemos hacer un retrato fidedigno y verdadero de la realidad. Gracias a una historia que inventamos podemos acceder a los recovecos más inhóspitos de la naturaleza humana y entender, quizá un poco mejor quiénes somos, qué hacemos y por qué lo hacemos. La habilidad de contar historias. Para el oriundo de Arequipa, que entre sus múltiples ocupaciones literarias, estéticas, filosóficas, políticas, históricas y sociales, destacó ante todo su obsesión por la capacidad creativa de la especie humana. El autor consideraba que el nacimiento y desarrollo del lenguaje fue el inició de la civilización humana y un mecanismo de cohesión e identidad entre comunidades. Después de ese momento histórico primario en el que los protohombres comienzan a gesticular y emitir sonidos, cuando ya se consolida una forma de habla mucho más estructurada, aparece la figura del hablador o el cuentacuentos.
Cuando leí por primera vez a Mario Vargas Llosa quedé prendido a su prosa intrincada y laberíntica. A sus descripciones precisas y a la creación de atmósferas claustrofóbicas, crudas, tremendamente reales pero con aire de ensoñación. A la galería de personajes únicos que pueblan las páginas de sus novelas, desde Conversación en la catedral, hasta La fiesta del Chivo, el Nobel, obsesionado con la creación de la “novela total”, nos ofrece historias monumentales que describen a personas, lugares y momentos históricos que dan un poco de luz sobre la esencia humana y, a veces inhumana, de este terrible y magnífico continente, pero sin perderse en el regionalismo. Muchas veces las historias de Vargas Llosa nos hablan de personajes perdidos en lugares inhóspitos, lejos de toda civilización, sin embargo sus dramas, anhelos y vivencias son universales. Si Vargas Llosa recurrió una y otra vez en su línea de pensamiento al rol tan importante que tiene en la civilización la figura del contador de historias y la ficción misma, es porque no existe otra cosa que nos haga más humanos que el contar y escuchar historias. Ahí está la base de los mitos fundacionales y de las grandes religiones; ahí está el fundamento de unidad entre comunidades enteras. Pero además, ahí está la chispa de la posibilidad de imaginar vidas, realidades y mundos distintos, y a veces mejores al nuestro. Ahí está la posibilidad de progreso. Desde los albores de nuestra especie, el contar historias ha estado ahí como fuente primigenia de todo, y lo seguirá estando hasta que nuestro paso por este planeta haya cumplido su ciclo. El fallecimiento de este gran autor pone fin a una era excepcional en las letras latinoamericanas y en la lengua española en general. El último de su estirpe, no diré que su partida deja un hueco, porque todo lo contrario, su legado literario es un regalo para la posteridad, le sobrevive a él y a todos nosotros. Este coloso de la literatura se ha ido, pero se queda con nosotros su prosa exacta, monumental y universal. Durante toda su vida Vargas Llosa anheló ser un contador de historias, sabía que su rol era ese. Lo ejecutó a la perfección. Descanse en paz. POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS