La mayoría de los gobiernos entrantes gustan de hacer un corte de caja a los 100 días, un poco porque es un numerito redondo y símbolo, un poco porque es una manera de recordarle a sus votantes que sí les están cumpliendo. En el caso de Donald Trump, parecería más fácil hacer un listado de todo lo que ha destruido en estos tres meses y pico.

Tal vez la metáfora más apropiada sería la del piromaniaco que mira fascinado cómo su obra —el fuego— crece y se expande como una especie de plaga bíblica.

A diferencia de otros que se dicen reformistas, Trump no está reformando el sistema político, económico, comercial y financiero de su país y del mundo, sino que le está prendiendo fuego. Consciente o inconscientemente ha decidido acabar con el orden establecido, no a través de un programa estructurado, sino como en un acelerador de partículas o en una máquina del tiempo: en algunas cosas buscando un regreso a las malhadadas décadas de los años veintes y treintas del siglo pasado, cuando la ignorancia, los prejuicios y el odio dominaban la escena mundial.

Trátese de comercio internacional, de pactos y tratados con sus vecinos o socios, derechos humanos, debido proceso, sistema judicial, libertad de expresión, derechos civiles o de cualquier otro tema que usted escoja, podemos ver claramente los efectos del incendio: desde la forma en que trata a sus vecinos hasta sus amenazas contra las más prestigiosas instituciones académicas de EU, el rumbo es claro: de regreso a los años 30.

El mundo no estaba listo para esto y, por ello, las reacciones han sido como en cámara lenta, como de quienes no acaban de creer lo que están viendo. Y es que en prácticamente ningún escenario se podía contemplar ni el alcance destructivo (y su velocidad) ni el desconcierto que los frecuentes zigzagueos provocan. Parafraseando a Groucho Marx: estos son mis aranceles, pero si no les gustan tengo estos otros, o estos de acá, o de acullá.

Trump llegará al día 100 con los niveles de aprobación más bajos de un presidente en los últimos 70 años. Según la más reciente encuesta de CNN, apenas 41% aprueba su gestión, y la caída es más notoria en lo que se suponía era su fuerte: la economía. Incluso en materia migratoria sus indicadores van a la baja, no obstante las muy publicitadas deportaciones.

¿Servirá ese rechazo para que Trump recapacite? Difícilmente: el presidente de EU se siente el rey del mundo en este momento, y no deja de coquetear con la idea de un tercer periodo. Demasiado pronto, decimos hoy, pero al paso que va podría ser que el páramo que resulte del incendio será irreconocible.

POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS

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