Vínculo copiado
Con este régimen es recomendable ser prudente a la hora de las referencias culturales de otras geografías
00:02 lunes 7 febrero, 2022
ColaboradoresComo he dicho antes, con este régimen es recomendable ser prudente a la hora de las referencias culturales de otras geografías. En días recientes, nos enteramos de que los libros de texto que elabora el gobierno federal, bajo la dirección de Marx Arriaga, no uno de los funcionarios más relevantes de la 4T pero sin duda uno de los que menos discretamente muestra su vocación de comisario político, van a ver la luz solo después de un abierto ejercicio de censura. Hay una serie de palabras o expresiones que va a ser proscritas, palabras que no hay que ser muy agudo para entender que ponen a nuestro presidente, vamos, que se le indigesta la tlayuda cada que las oye. Ya saben: “eficiencia”, “productividad”, “competencia”, “calidad educativa”, para que no se me alebreste más la muchachada de la CNTE, o “sociedad del conocimiento”, que a uno le dan ganas de decir “Sí, prohíbanla”, por mamona, salvo que, sobra decirlo, en el mundo civilizado no se prohíben palabras. Dado que la iniciativa viene y depende de personajes como Delfina o Marx, cabe predecir un ejercicio más de ineficacia y surrealismo nivel Chabelo y Pepito contra los monstruos, con un algo de canto nuevo latinoamericano con exceso de charanda. Supongo que, más allá de los libros de texto, acabarán llamando tzompantli a las fosas clandestinas para darle dignidad al narco, tlatoani al presidente y gordofobia o, mejor, clasi-racismo a cualquier acusación de corrupción contra los suyos. Así y todo, el ejercicio censor no debe tomarse a broma. Un gobierno dispuesto a prohibir palabras es un gobierno del que no puedes esperar nada bueno en términos de libertades y respeto al conocimiento, evidentemente. Es un gobierno que se quitó la máscara y se lanzó sin más a la represión intelectual. Sí: es un gobierno con vocación de régimen, un gobierno dispuesto a borrar el pasado a mayor gloria de ese presente-futuro glorioso. Así pues, recuerden, sí, el lugarazo común de la neolengua de George Orwell en 1984, o las muchas páginas que dedicó Victor Klemperer a la transformación del alemán por el nazismo, en el también muy citado Lingua Tertii Imperii, e incluso, en los terrenos de la imagen, los ejercicios estalinistas de editar fotos en las que los represaliados, antes compañeros de ruta del Padrecito, iban desapareciendo en cada nueva edición de la foto. Aunque no eran solo los represaliados. Alguna imagen de los inicios de la revolución fue modificada para que en los carteles de las tiendas de fondo, por ejemplo el de una joyería, aparecieran consignas revolucionarias. Recuerden, pues, cómo acaban los esfuerzos por reescribir la historia: por editarla, borrarla, acomodarla. Porque no, no hay comparación entre el nazismo y el estalinismo y este conato tropicalizado de autarquía, pero la pulsión represiva ahí anda. POR JULIO PATÁN
COLUMNISTA
@JULIOPATAN09