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Es altamente comprensible e inapelable la exigencia y clamor de millones de mexicanos por la impotencia que se siente y lacera ante la violencia
00:10 martes 11 noviembre, 2025
Colaboradores
Washington.- A consecuencia del asesinato de Carlos Manzo, el presidente municipal de Uruapan, Michoacán, aumentaron las voces de quienes no tienen la menor idea de lo que significa echarse encima a los Estados Unidos con su sistema de inteligencia (espionaje) y militar.
Es altamente compresible e inapelable la exigencia y clamor de millones de mexicanos por la impotencia que se siente y lacera ante la violencia rampante que impera en el país y la incapacidad gubernamental a todos los niveles para detenerla.
Las amenazas de Donald Trump sobre la solución del garrote injerencista que propone como solución para “acabar” con el narcotráfico en México, impulsan el fervor de una parte de la sociedad mexicana que vive acorralada por la violencia generada por trasiego de drogas y de políticos oportunistas que imploran por una invasión militar estadunidense. Los que piden la invasión del Pentágono olvidan la historia y consecuencias del imperialismo yanqui.
Sin abundar en ejemplos, porque no nos alcanzaría el espacio de esta columna, resaltaré los dos casos más recientes: Libia y Afganistán.
Estas dos naciones desde que las invadió, usó y abandonó Estados Unidos, viven bajo una inestabilidad frenética y una cuasi anarquía.
Tienen razón quienes reclaman y exigen a la presidenta Claudia Sheinbaum acciones contra la violencia que den resultados.
La pasividad de la presidenta para enfrentar al problema exaspera.
Para entender los gritos de auxilio y delirio que llegan hasta pedir que Trump invada con su poderoso ejército, debemos pensar cómo es que la violencia y el narcotráfico se empoderaron en México.
No obstante a que políticos oportunistas y corruptos quieren borrar la memoria histórica para manipular a la sociedad que genuinamente grita desesperada por la justicia y acciones gubernamentales, tenemos que establecer que la diversificación delincuencial del crimen organizado la desató Felipe Calderón y su amigo, asesor, confidente, mano derecha y Secretario de Seguridad Pública, el narcotraficante Genaro García Luna.
La guerra militarizada bajo el auspicio de Washington con la desaparecida Iniciativa Mérida fue cimiento para la expansión, dominio de territorios, de gobiernos estatales y municipales por parte de los cárteles del narcotráfico. Con un narcotraficante en Los Pinos supuestamente combatiendo a los de su estirpe, ¡qué esperábamos!
Luego, al quedar el país batido de sangre, el electorado se dejó llevar por las promesas de poner un fin a la violencia de Enrique Peña Nieto y la impaciencia hizo posible el regreso del PRI a la Presidencia. El resultado lo conocemos; se impuso un sexenio de corrupción inigualable.
Aprovechando los fracasos de los dos sexenios anteriores y con el lema de barrer de arriba hacia abajo la corrupción y parar la violencia, llegó Andrés Manuel López Obrador con la táctica de “abrazos no balazos”.
¿Qué ocurrió? La nación encalló en el reguero de sangre, en las extorsiones, desapariciones y los criminales se sintieron intocables. Nunca olvidemos el Culiacanazo por Ovidio Guzmán López y la suciedad que ni La Barredora limpia, que tiene en jaque al senador Adán Augusto López. La continuidad política de Morena con la presidenta Sheinbaum fue porque en el sexenio pasado se atendió con prioridad a los mexicanos a quienes los sexenios anteriores menospreciaron y desdeñaron; no porque los “abrazos no balazos” mermaran la violencia.
Este es un dato que muchas personas desconocen porque Calderón hizo todo lo posible para que lo callaran y escondieran los medios de comunicación en su sexenio. Durante la gestión de Marisela Morales en la desaparecida Procuraduría General de la República (PGR), ella permitió que la DEA y la CIA se inmiscuyeran en todo. Los agentes gringos se metieron hasta en la cama de la PGR. Con lujo de descaro por la Iniciativa Mérida, los de la DEA y la CIA tenían acceso antes que los ministerios públicos mexicanos a expedientes criminales catalogados como altamente sensibles. La DEA manipuló hasta donde quiso a Morales y, los de la CIA, a mandos militares bajo la amenaza de exponer públicamente sus presuntos nexos con el narcotráfico. Mientras, en Estados Unidos crecía la ola y poder los narcos y cárteles gringos.
Pensemos en el número de ejecuciones extrajudiciales que cometería el Pentágono en México. Su palabra contra la nuestra justificando sus atrocidades al argumentar que exclusivamente mata a narcoterroristas.
POR J. JESÚS ESQUIVEL
COLABORADOR
@JJESUSESQUIVEL