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Un exceso de “normalización” solo nos llevará a la ineludible indiferencia, y la indiferencia es como diría Gramsci, el peso muerto de la historia
00:10 miércoles 12 noviembre, 2025
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Hace un par de meses en uno de los podcasts del “New York Times” escuche una muy interesante entrevista titulada: “El hermoso peligro de la vida normal durante un ascenso autocrático”. La charla era con la periodista rusa Masha Gesse y el Director editorial, David Loenhardt.
Para Masha Gesse no hay nada más humano y hasta cierto punto hermoso, de normalizar las desgracias, el caos y cualquier situación gravosa para seguir viviendo, para poder asimilar la destrucción inmediata o quizás lenta, de las instituciones y del Estado del Derecho.
Desde su experiencia personal y como corresponsal de guerra, Gesse nos comparte sus preocupaciones más relevantes sobre los regímenes autocráticos y sus características. Entre sus muchas reflexiones, afirmó: “[…] si analizamos las autocracias que se han instaurado, la destrucción del Poder Judicial siempre ha sido fundamental para establecer un régimen autocrático, y el Poder Judicial es lo más difícil de restaurar una vez destruido”.
No es un secreto para nadie mi postura respecto de la “reforma judicial” en México, y me refiero así porque como sostuve en el proyecto de sentencia de la acción de inconstitucionalidad 164/2024 y sus acumuladas, no era una adición materialmente constitucional y, por lo tanto, desde mi fuero interno, para mí no es Constitución. Y aclaro, no es posición política es una consideración jurídica, ética y de congruencia.
Pero más allá de eso, es que todos los procesos que bordearon la confección de esa “reforma judicial” no fueron normales, y sobra decir, fuera de los cauces ordinarios de una democracia real.
Aquí justo mi punto de preocupación actual, pues si normalizamos estos cauces y procesos históricos -parafraseando a Gesse- como un antídoto de hermosa sobrevivencia, esto solo será a corto plazo, pues a mediano y largo plazo, el normalizar conlleva innecesariamente al entumecimiento del pensamiento crítico, y del accionar social y organizativo. Un exceso de “normalización” solo nos llevará a la ineludible indiferencia, y la indiferencia es como diría Gramsci, el peso muerto de la historia.
Mi esperanza es que de la mutilación del Estado de Derecho, del exilio de la certeza jurídica, de la crisis y el caos que se irán acumulando, serán las juventudes y las nuevas generaciones las que encontrarán diversas y mejores formas para lidiar con el día a día, sin caer en la normalización y la indiferencia.
Es para ellos, a quienes mantienen la llama encendida de la suspicacia, la crítica y la reflexión, que quiero compartirles una frase de Stefan Zweig, como bálsamo literario para tiempos de penumbra y desazones, y quizás de consuelo e inspiración: “[…] El genio creador, sobre todo, necesita temporalmente este aislamiento forzado para medir desde la profundidad de la desesperación, desde la lejanía del destierro, el horizonte y la altura de su verdadera misión. […] Enseñanza dura, pero enseñanza y aprendizaje es todo destierro: al débil le amasa de nuevo la voluntad, al indeciso le hace enérgico; al duro, más duro aún. Nunca es el destierro para el verdadero fuerte una mengua: es siempre un tónico de su fuerza”.
Encuentren ustedes, juventudes de hoy, desde el exilio del Estado del Derecho y el desmoronamiento de las instituciones democráticas, la inspiración creadora para rehacer y mejorar lo que nosotros, como generación, no pudimos hacer y les fallamos.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
Ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación