Vínculo copiado
Por su participación en 51 películas sólo recibió un premio y una nominación al Oscar
07:25 jueves 18 septiembre, 2025
ColaboradoresA lo largo de una carrera actoral que consta de 51 películas –entre ellas clásicos como Butch Cassidy and the Sundance Kid, El golpe, Los tres días del Cóndor y Todos los hombres del presidente–, Robert Redford recibió exactamente un BAFTA y una nominación al Oscar por todo reconocimiento al oficio al que más tiempo dedicó.
Redford fue un buen actor pero también uno lastrado por un rango limitado, acaso heredero de esa apostura inescapable –y un pelín convencional– que lo condenara a encarnar el estereotipo del preppie perfecto, un poco vacuo y rígido, que representara (no sin inteligencia e ironía) en cintas como Descalzos en el parque y Nuestros años felices. Si bien habrá que reconocerle esfuerzos allende ese estereotipo –su Jay Gatsby taciturno constituye una lectura de Fitzgerald elemental pero original y lúcida; su millonario corruptor en Una propuesta indecorosa, caricatura tan cruel como desternillante, es el único elemento que redime esa película de la solemnidad y la estupidez–, también habrá que conceder que, de cuanto hizo en el cine, actuar fue lo menos importante.
Su Oscar al mejor director apunta al sitio en que parecía más a sus anchas: el que ocupó con parsimonia pero también con regularidad –rodó una decena de películas en una treintena de años– y que le permitió cultivar el cine que más le gustaba. En tanto autor, Redford rehuyó el taquillazo certero, el glamour fácil y los valores de producción como discurso para dejar una filmografía a menudo política, que desmenuzara con maña y saña topos del American Way of Life tan relevantes como la salud mental y la familia (Ordinary People), la corrupción política y la sostenibilidad (The Milagro Beanfield War / A Civil Action), la corrupción empresarial y la ética de los medios (Quiz Show, quizás su mejor cinta) o los afanes imperialistas y el militarismo (Lions for Lambs).
Incluso tan respetable filmografía propia palidece, sin embargo, ante sus esfuerzos como promotor de un cine estadounidense independiente, si no de Hollywood –uno de los éxitos de Redford fue convencer a los majors de que tener una división indie es negocio–, sí de la lógica del blockbuster, y aun de la de la cinta “de prestigio” oscareable. Su Sundance Institute ha dotado de herramientas profesionales, educación y financiamiento a tres generaciones de creativos que hacen del cine estadounidense uno más rico y más diverso; su Festival de Sundance creó casi por sí sólo la categoría “película independiente” (i.e. gringa pero relevante en el fondo y atrevida en la forma) y ha servido de plataforma de lanzamiento a los Tarantinos y los Soderberghs, los Aronofskys y los Chazelles, los P.T. Andersons y sus herederos.
Despedir a Robert Redford como merece no sólo honra el pasado del cine: actualiza su futuro y apuesta por él.
POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
IG y Threads: @nicolasalvaradolector