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Succession, la exitosa serie dramática estadounidense, llegó a su fin; sátira descarnada...
00:04 lunes 5 junio, 2023
ColaboradoresSuccession, la exitosa serie dramática estadounidense, llegó a su fin; sátira descarnada, nos ha servido para pensar muchas cosas: incluso el género “Goodbye, my dear, dear world of a father” es la frase con que Shiv Roy (Sarah Snook) despide a Logan (Brian Cox), su padre, quien ostentara la complejidad del universo. En vida, Logan habría de constituir el mundo para ella, para sus hermanos, para tantos más en el conglomerado de medios que fundara y presidiera, cuyas luchas intestinas relata la serie de HBO Succession, que llegara a su fin el domingo pasado. “Era difícil ser su hija”, concede Shiv en el funeral. “No le cabía una mujer entera en la cabeza”. El diagnóstico es a un tiempo preciso e injusto, ya sólo porque tampoco parece haber habido espacio para un hombre completo –a no ser él mismo– en la despótica cosmovisión de Logan. Igualmente despreciativo de la inteligencia de todos sus potenciales herederos, el magnate dispensaría a su hija el mismo maltrato que a sus hijos hombres. Es comprensible, sin embargo, la construcción del reclamo de Shiv desde el género ya sólo porque a lo largo de la serie –y en especial de la última temporada– es tratada con utilitaria condescendencia por los personajes masculinos: lo mismo sus hermanos (y socios) –quienes fingen hacerla parte de las decisiones sólo para hacer su voluntad a sus espaldas– que el empresario sueco al que han prometido la empresa en venta y que aprovecha a Shiv como caballo de Troya a cambio de vanas promesas de hacerla CEO. En el último capítulo queda claro no sólo que el sueco no cumplirá sino, suprema ironía, que quien habrá de ocupar esa posición es Tom (Matthew Macfayden) el marido trepador del que Shiv está a punto de divorciarse. Traicionada, la mujer –la única entre los personajes principales de la trama– acepta pactar con sus hermanos para obstaculizar en el consejo de administración la venta de la empresa y ungir a quien hasta hace minutos fuera su rival acérrimo, su hermano Ken (Jeremy Strong). Los trece integrantes van votando uno a uno: 6 a favor de vender, 6 en contra, el único voto que falta es el de una Shiv devenida bisagra. Duda. Sale de la sala. Sus hermanos la siguen. Hay una escena. Shiv termina por abjurar del pacto familiar para votar a favor de la venta. Su decisión llevará a los Roy a perder la empresa que fundó su padre, al advenedizo de su marido a ver recompensada su deslealtad conyugal, a ella misma a pasar de potencial relevo a trophy wife: todo con tal de no dar su brazo a torcer ante el hermano que la venció, ante el sistema que la burló. Con el arco final de su protagonista femenina, Succession lee bien los riesgos del activismo radical de género –o de toda otra índole– en nuestros tiempos: un afán destructor que no sustituye lo que derriba no puede sino dejar un vacío que, a falta de algo nuevo, llena otra forma de lo viejo, acaso más despreciable. “Se va a caer”, clamó Shiv Roy. Y tiró la toalla. La pesadilla no había terminado. POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
IG: @nicolasalvaradolector