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La educación, en su significado amplio y en su esencia más pura, es el faro que guía el rumbo de una sociedad...
00:03 viernes 19 enero, 2024
ColaboradoresLa educación, en su significado amplio y en su esencia más pura, es el faro que guía el rumbo de una sociedad. Sin embargo, desde hace casi 20 años, he sido testigo de una serie de cambios y desafíos que han afectado el núcleo mismo de este pilar fundamental. Desde la instrumentalización de las escuelas con fines políticos hasta la desvinculación de la labor docente con la productividad laboral y la centralización excesiva de la oferta educativa, han sido virus silenciosos que han caracterizado el fenómeno de precarización constante de nuestras instituciones educativas. Los cuales han contribuido al estancamiento de nuestra productividad con la mentira de que solo así, recuperaremos (casi siempre) el bienestar de nuestra sociedad. Seamos claros, es tiempo de que la verdad se apodere del espectro público y se comience a debatir el sistema educativo a mayor profundidad. Cabe mencionar que el mismo, cuenta con un mecanismo de super vivencia inquebrantable. Algunos (no pocos) políticos, intelectuales, académicos, autoridades, profesores, sindicatos, están dispuestos a dar la batalla con ideas y argumentos que en la práctica han dado pocos resultados: un futuro promisorio donde el Estado es el único capaz de garantizar una educación de calidad porque sabe en todo momento, situación y tiempo qué es lo que los niños y jóvenes necesitan para educarse. En pocas palabras, el Estado es Dios. Nada más fuera de la realidad. Abramos la discusión con tres grandes temas:
La Escuela al servicio de los políticos
Desde hace décadas, hemos observado cómo las instituciones educativas han sido instrumentalizadas para servir a intereses políticos en lugar de ser centros de desarrollo y aprendizaje. La politización de las escuelas ha conducido a decisiones que priorizan la agenda partidista sobre la calidad educativa. Este fenómeno no solo distorsiona la misión original de la educación, sino que también desencanta a docentes, estudiantes y padres de familia, sembrando una semilla de desconfianza que erosiona la esencia misma de nuestras instituciones educativas. Un desajuste que afecta a todos
En un mundo cada vez más dinámico y competitivo, la desvinculación de la labor docente con la productividad laboral representa un obstáculo significativo. Los educadores, como agentes de cambio y guías de conocimiento, deben estar respaldados por sistemas que reconozcan y recompensen a los maestros más comprometidos con su labor, con los niños, jóvenes y sus familias. Sin embargo, la estandarización salarial y la falta de incentivos específicos, pertinentes y alineados a la productividad, han llevado a una desmotivación palpable entre los profesionales del aprendizaje, como me gusta llamarles. La educación, en lugar de ser percibida como una herramienta para el progreso, se ve afectada por la falta de estímulo y reconocimiento a quienes dedican sus vidas a cultivar el pensamiento crítico y el conocimiento en las generaciones futuras. Un molde único en un mundo diverso
La estandarización excesiva de la oferta educativa ha generado un molde único que no se ajusta a las necesidades y características particulares de las comunidades. La falta de flexibilidad en la oferta educativa limita la capacidad de las instituciones para adaptarse a las peculiaridades locales y a las diversas necesidades de los estudiantes. Además, esta centralización dificulta la libertad de las familias para elegir el tipo de educación que mejor se adapte a sus valores y aspiraciones, generando un impacto negativo en la diversidad y riqueza del sistema educativo. Apenas tres temas que nos invitan a profundizar, en serio, posibles cambios en el rubro educativo. Para mí, resulta imperativo reconocer la importancia de la educación como catalizador del desarrollo humano y social. Recuperar su esencia hacia una educación al servicio de las personas y renovar, al paso del tiempo, la esperanza en los profesores para que su mayor esfuerzo sea palpable en mejores remuneraciones y prestigio social, donde aquellos que fallen consciente y constantemente tengan consecuencias concretas dentro y fuera del sistema.
Para superar desafíos como estos, debemos trabajar en conjunto para despolitizar las escuelas, revalorizar la labor docente como un pilar de la productividad y descentralizar la oferta educativa para fomentar la diversidad y la adaptabilidad. Al hacerlo, no solo recuperaremos la esencia de la educación, sino que también construiremos un futuro donde la enseñanza y el aprendizaje sean herramientas de empoderamiento y transformación. Sé que es una discusión lejana, pero si nadie comienza a cuestionar el statu quo, todo cambiará para seguir igual. En este llamado a la acción, recordemos que la educación no solo es un medio para alcanzar metas individuales, sino también el cimiento sobre el cual edificamos una sociedad más justa, equitativa y próspera. Al abordar estas aristas críticas con determinación, podemos dar paso a una nueva era donde la educación recupere su lugar central como fuerza motriz de nuestro progreso individual, con el cual aportar voluntaria y significativamente a nuestras comunidades inmediatas. * Profesor / Activista por el Derecho a Aprender en SLP
Director Ejecutivo en Horizontes de Aprendizaje
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