La Fiscalía General de la República anunció que está investigando a Joaquín Guzmán López, El Chapito (hijo de Joaquín, El Chapo, Guzmán) por el delito de traición a la patria. Lo que se le imputa, en concreto, es haber privado ilegalmente de su libertad a Ismael, El Mayo, Zambada, para trasladarlo fuera del territorio nacional y entregarlo a las autoridades de Estados Unidos. Los españoles tienen una expresión muy elocuente para describir cómo quedó el gobierno mexicano tras la operación del pasado 25 de julio: con el culo al aire. La Real Academia Española de la Lengua la define como “en situación comprometida por haberse descubierto algo”. Se trata de un caso que involucra nada menos que a dos de los principales capos del Cártel de Sinaloa, la organización criminal más importante de México, pero las autoridades mexicanas fueron informadas una hora después de que Guzmán y Zambada ya estaban bajo custodia de sus contrapartes estadounidenses en El Paso, Texas. Si bien no hay versiones oficiales ni de este ni de aquel lado de la frontera, el mensaje no podría ser más claro: Estados Unidos decidió actuar unilateralmente para juzgar en sus tribunales a dos criminales que operaban a sus anchas en territorio mexicano (con todo lo que eso implica en términos de ofrecerles beneficios procesales a cambio de información). Además, hay una versión que hizo pública Frank Pérez, abogado de Zambada, que dice que su cliente fue secuestrado tras asistir a una reunión, convocada por el propio Guzmán, con el fin de mediar en un conflicto entre el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, y Héctor Melesio Cuén, conocido político sinaloense asesinado ese mismo día sin que, a la fecha, las autoridades del Estado hayan ofrecido ninguna explicación al respecto. De hecho, la Fiscal del estado renunció a los pocos días. Impera la falta de información, pero abundan los sobrentendidos. Sigue siendo sorprendente, sin embargo, la acusación de “traición a la patria” contra un narcotraficante (El Chapito) que parece haber negociado con Estados Unidos no solo para entregarse él, sino para entregar además a otro líder de la misma organización (El Mayo). Desconozco los detalles jurídicos, pero desde el punto de vista de la narrativa (que, se sabe, siempre es prioritaria para López Obrador) el cargo resulta… interesante. ¿A quién exactamente habría traicionado Guzmán? De entrada, obviamente, a Zambada. O al Estado mexicano por no entregarlo acá. Pero, ¿cómo hacer equivalente la traición de un narco a otro con una traición a la patria? ¿Y qué sentido tendría acusar de traición contra el Estado mexicano a una persona que se dedica desde hace años a violar la ley? ¿Qué señal envía el presidente con esa acusación? ¿De qué está hecha esa “patria” que tolera el narcotráfico y sus violencias, pero se llama a traición cuando los narcotraficantes se traicionan entre sí o llegan a acuerdos con Estados Unidos? POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG