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En campaña, Trump ofreció resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania “en 24 horas” y llevar la paz a Medio Oriente
00:10 miércoles 13 agosto, 2025
ColaboradoresSi el primer periodo de Trump en la Casa Blanca se caracterizó por el retraimiento estadounidense del escenario mundial, el regreso del bumerang ha sido tremendo: hacía mucho tiempo que EEUU no se involucraba activamente en tantos escenarios, bélicos o no, de una manera tan agresiva, tan inconsistente y, tan impredecible.
Si bien los aranceles han sido hasta ahora su principal herramienta de política económica y exterior, con el paso de los meses parece claro que no son más que una de las muchas vías que llevan a la visión trumpiana del nuevo mundo: uno en el que el poderío económico estadounidense se usa, también, para fines diplomáticos y militares.
Lo podemos ver en la maraña de aranceles sí y aranceles no, en las medidas punitivas, como la tomada recientemente contra la India, que si bien son arancelarias tienen un propósito geopolítico (en este caso limitar la compra de petróleo ruso); lo vemos en el ataque contra las instalaciones del programa nuclear iraní; en su aparentemente exitosa intermediación en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán; en sus fallidos intentos por llevar a Netanyahu a una posición menos extrema en Gaza, y ahora en su próxima reunión con Vladimir Putin en Alaska, en que buscará Trump poder cumplir, un poco más tarde de lo prometido, un cese al fuego o el fin de las hostilidades entre Rusia y Ucrania.
Las negociaciones con China son un buen ejemplo del estilo diplomático (sic) del actual gobierno de EEUU: amenazas, retórica que parece absolutamente intransigente, coqueteos, concesiones y ahora, de manera sorprendente, la decisión de cobrarle una comisión (¡!) a los exportadores de chips a China, lo cual convierte al gobierno estadounidense en un socio a la fuerza de las empresas más avanzadas. Les guste o no.
Mucho más extremo, y también ilustrativo, es la manera en que ha llevado las cosas con Putin, por quién siempre ha mostrado admiración, y Zelensky, que pasó del regaño y humillación pública en su visita a la Casa Blanca a ser, ahora, testigo a la distancia de cómo Washington y Moscú deciden proceder. Y es que, pese a la insistencia de sus aliados (es un decir) europeos, Trump no invitó al ucraniano a participar en las conversaciones.
No hablemos, por hoy, de nuestro hemisferio, ya que al maltrato a Canadá, México y Brasil (por solo mencionar algunos) ahora se suma la amenaza implícita de posibles intervenciones militares. La doctrina Monroe revivida.
El desorden y el caos que parecen imperar son obviamente motivo de alarma, pero no nos dejemos llevar por la impresión de que no hay piloto: sí lo hay, aunque no siga las reglas y señalamientos establecidos, y quiere rediseñar el mundo para acomodar sus propias ambiciones.
Trump no busca rescatar a nadie más que a su propia megalomanía.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
@GABRIELGUERRAC