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Kelsen representa, si bien no la única, sí la más importante vertiente del positivismo jurídico
00:10 miércoles 20 agosto, 2025
ColaboradoresDurante la formación constante de las y los abogados y, sobre todo, de quienes se inclinan hacia las cuestiones de la filosofía del Derecho, el solo nombre de Hans Kelsen genera toda una serie de debates y comentarios alrededor de la obra y la persona de uno de los juristas más relevantes del siglo XX, cuya impronta aún se deja sentir en el mundo jurídico de Occidente.
Kelsen representa, si bien no la única, sí la más importante vertiente del positivismo jurídico con un claro enclave intelectual en la Europa continental. Siendo la teoría de Derecho más destacable durante buena parte del siglo XX y que confrontó –tal vez, sin que esa fuera la intención–, las tesis y reflexiones basadas en el llamado Derecho Natural. Cimbró el mundo jurídico con una llamada Teoría Pura del Derecho que pretende, harto difícil, despojar éste de cualquier elemento o insumo extrajurídico, inclusión hecha de la justicia misma.
Pero no sólo teorizó sobre el Derecho sino que, consecuente con su pensamiento, le dio continuidad a la tesis positivista en el ámbito del Estado, una Allgemeine Staatslehre. Básicamente porque no puede haber Derecho sin Estado. Asimismo, aportó al mundo del Derecho Público un sistema jurisdiccional de defensa de la Constitución distinto a la experiencia anglosajona de la judicial review y del control difuso, al proponer la existencia de un Tribunal Constitucional y con ello un control concentrado de la constitucionalidad.
Uno de los más grandes juristas y filósofos de México más avezados y conocedores del legado kelseniano, es don Ulises Schmill Ordóñez, y es él quien nos ofreció un pasaje por demás peculiar e interesante de Hans Kelsen: la faceta del poeta.
En número 19 la revista Doxa, de 1996, don Ulises cuenta lo acontecido a partir de una visita que le hizo al mismísimo Kelsen en 1967 en Berkeley, California. Con lujo de detalles y con una redacción que transmite sensibilidad y admiración justa que le profesaba al filósofo austríaco refería el maestro Schmill Ordóñez:
“Llama la atención su estatura pequeña, que contrastaba fuertemente con su poderosa frente que, como una bóveda, albergaba todos los conocimientos y experiencias por los que se le considera el jurista más importante de este siglo. La amabilidad y cordialidad austríacas son proverbiales…”.
De esta deliciosa y erudita conversación, salió a relucir una faceta desconocida de Kelsen, la del poeta. Pero más que un hombre de lírica, seguía siendo la reflexión profunda del iusfilósofo austriaco quien nos regala Carpe diem. Un pensamiento sereno sobre el fin de las cosas –no sin cierto desencanto– y que, por lo mismo exige a vivir el presente. Lo ilusorio del tiempo, el consecuente olvido y el idealismo carente de bases sólidas. Por ello, hay que pensar en el hoy, en la felicidad cercana y en la despreocupación de un porvenir lejano.
Cierra el Kelsen octogenario: “Sólo lo que tomas es tuyo”. Eso significa Carpe diem que, desde los tiempos del otro poeta, Horacio, nos lleva a aprovechar y a cosechar el día.
Por eso hay que vivir, disfrutar, sacar el máximo provecho de nuestra vida personal y profesional, tratar en toda ocasión de dejar un legado, pues nuestro paso siempre será efímero en la vida de los demás y en las instituciones de que formamos parte, ya que como lo predijo Borges: “ya somos el olvido que seremos”.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.