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¿Esta será la receta ante futuros amagos? Una cosa es llenar la plaza y otra, enfrentar los cuatro años del vendaval de la Casa Blanca
00:02 miércoles 12 marzo, 2025
ColaboradoresPocos espacios tan emblemáticos en nuestro país como el Zócalo de la Ciudad de México. Pocos tan simbólicos. Y muy pocos tan característicos de nuestra cultura política como esa plaza, que lo mismo enmarca las ceremonias del Grito de la Independencia que las grandes movilizaciones, sean oficialistas u opositoras, sean espontáneas u organizadas, sean de quien usted, querido lector, considere a “los buenos” o a “los malos”.
Nuestros políticos, tan obsesionados siempre por demostrar su pretendida fuerza, usan la plaza pública como termómetro, y creen que llenarla equivale a tener “músculo”, a tener eso que algunos llaman arrastre.
Y tal vez tengan razón: nada fácil es llenar la plaza, y más aún si del Zócalo se trata. Tal vez por ello la fijación, tanto para el que convoca como para su contrincante y, también, para los medios de comunicación: unos la ven medio llena, los otros, medio vacía, pero el convocante siempre la verá rebosante, saturada, desbordada. Y su oposición dirá que no hay tal, que son menos, que no caben tantos, que los asistentes fueron pagados/acarreados, que los templetes fueron de relleno, en fin, todo aquello que ya hemos leído y escuchado tantas veces.
Pero más allá de la propaganda y de la contrapropaganda, quienes saben de estas cosas nos pueden decir, en privado por supuesto, que el Zócalo se llena con una cifra que va de los 180 a los 250 mil, y que las calles aledañas pueden o no saturarse dependiendo de cómo se organicen los accesos, y que sí, se han dado casos de convocatorias mayores. También nos dirán los expertos que toda movilización masiva requiere de un enorme esfuerzo de organización, de logística y de recursos económicos, lo cual no quiere decir que toda movilización dependa exclusivamente del “acarreo” o del pago a los participantes: haga usted la prueba, nos dijo alguna vez una destacada política de izquierdas, de pararse en la fila del Metro o del camión con un fajo de billetes de 200 o 500 pesos, a ver cuántas personas convence usted de que vayan a “su” marcha o a “su” plantón.
Pero me desvío. La concentración del domingo pasado en el Zócalo tenía un propósito original que se difuminó: plantarle cara a los aranceles y amenazas de Donald Trump para así fortalecer la posición negociadora del gobierno mexicano, y en particular de la presidenta de la República. No era una mala idea: la debilidad de Justin Trudeau envalentonó a Trump a grados inimaginables, y mostrar músculo político aquí podría servir ante un hombre obsesionados con las multitudes y con la “fuerza” de otros mandatarios. Pero ante la segunda postergación trumpiana no quedó más que seguir adelante, con un programa diferente y menos taquillero. Aun así, el Zócalo se llenó, el gobierno y los suyos hicieron cuentas alegres y la oposición minimizó la participación, no obstante que varios de los suyos acudieron a la plaza.
Pero más allá de si se llenó o no se llenó la emblemática plaza, queda la pregunta: ¿esta será la receta ante futuros amagos?
Porque una cosa es llenar la plaza y otra, muy distinta, enfrentar los cuatro años del vendaval de la Casa Blanca.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
@GABRIELGUERRAC